Abraham Mendieta nos invita, con una claridad que erizará la piel de algunos, a tener algo de compasión política por ese bodrio caótico en que se convirtió la derecha de México. Con esta colaboración, Abraham continúa su columna semanal en San Diego Red.
Las categorías políticas del siglo XX, como izquierda o derecha, ya no nos explican el eje en que se dividen los sentires ideológicos del mundo, pero eso no hace que estas dejen de ser útiles en la batalla cotidiana de la política, en el día a día de la pugna por el sentido común (y los corazones) que nos permite entender e incidir como ciudadanos la realidad en la que vivimos.
La derecha política mexicana, como la derecha de todo el mundo, tiene muchos problemas, pero si alguno define la difícil encrucijada en la que esta se encuentra nacionalmente es su completo desdibujamiento: la pérdida de los valores que le daban un sentido de existencia y sobretodo un proyecto de futuro en el que existir y operar.
La derecha mexicana ya no defiende siquiera ese principio conservador por el cual prefiere la injusticia, sobre el desorden.
En la práctica, la derecha jamás ha cumplido la promesa de orden, porque lo entiende como sinónimo de coerción y militarización, no de virtud o legimitidad, y para ejemplo, el sexenio de Calderón, que aunque ni mucho menos trajo orden, justificó sus fechorías en él: en su narrativa, en su discurso, y en su apariencia, pretendían mantener la pantomima.
Y es por eso que hoy, seis años después de su nefasto sexenio, aun el calderonismo existe como pueblo, como identidad política compartida que aporta a sus seguidores una idea relativamente parecida del mundo. Hoy, pese al desastre, el calderonismo sigue teniendo adeptos, algo que el “anayismo” no tiene ni tendrá.
La derecha, por su naturaleza reaccionaria, tiene siempre el reto de huir del desorden a costa de todo: es fue su gran derrota, y su verdugo, más que una persona, fue el proceso político en el que se desenvolvió: el anayismo, correlato del pragmatismo y la ambición priista en el seno del PAN, ejemplo máximo del desorden ideológico, político y organizativo por el cual las figuras más viejas y recalcitrantes de las cenizas del PRD negociaban espacios y cuotas de poder con sus hermanos de ambición de la new right mexicana, liberal y antiliberal a partes iguales, en la dirigencia del PAN: para ti la candidatura al gobierno de la ciudad, para mi la presidencial, para los dos: la derrota, con la diferencia de que el PRD ya estaba muerto, y con esta maniobra, solo arrastraba al PAN a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital.
La derecha hoy solo tiene una alternativa: confrontar la visión del mundo que estamos construyendo desde la izquierda y conseguir construir de nuevo un relato creíble para una parte de la población, lograr que volvamos a considerarla, por su esfuerzo y coherencia ideológica un interlocutor válido con el que confrontar democráticamente.
Mientras, solo nos compran la agenda, y la atacan con youtubers autonombrados como voceros oficiosos del machismo, la xenofobia y el odio. Hoy la derecha nos necesita, aunque nosotros no la necesitemos a ella.
Yo preferiría que Nicolás Maduro se quedara ese día en Caracas, sin embargo, es jefe de estado de un país vecino. Pence tampoco me gusta lo más mínimo y viene de parte de Trump.
— Abraham Mendieta (@abrahamendieta) October 28, 2018
No les molesta que venga Maduro, lo que les molesta es que AMLO tome posesion. Aún no lo asumen.
Abraham es Politólogo y cursó la Maestría en Política Mediática por la Complutense de Madrid. Fue miembro del Equipo de Campaña Presidencial de Podemos en España y trabajó con Morena en campañas federales. Actualmente es director del Instituto Madrileño de Comunicación Política y consultor parlamentario de Morena.
Twitter: @abrahamendieta
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