México

La vinculación personal de los generales Lázaro Cárdenas y Ramón B. Arnaiz

Un acontecimiento con gran impacto en la historia de México.

Una relación construida en medio de las batallas de la Revolución Mexicana es la que se produjo entre los Generales Lázaro Cárdenas del Río y Ramón Arnaiz Herrera, quienes a pesar de que, en un principio, se encontraban en trincheras distintas, la vida les permitió construir una sólida relación, fraterna, respetuosa y productiva que se tradujo en múltiples acciones en favor de México y de una gran amistad y hermanamiento entre ambos personajes.

Esta importante relación vale la pena traer a colación porque es una página prácticamente desconocida, pero que, a la postre, en el contexto de ese acontecimiento tendría gran impacto en nuestra historia nacional.

Arnaiz en el movimiento revolucionario

Su nombre completó era Ramón Benjamín Arnaiz Herrera. Nació en la población de Lampazos, Nuevo León, el día 22 de noviembre de 1895, siendo sus padres Ramón Arnaiz y Ortiz de origen español y Manuela Herrera, nativa del Estado de México.

Desde temprana edad el joven Ramón tuvo el deseo de tomar la carrera de las armas, por lo que tuvo que trasladarse a la ciudad de México. En ese contexto, en diciembre del año de 1913 y a tan sólo los 18 años de edad, el joven Ramón se incorporó al movimiento revolucionario, con el grado de Subteniente de Caballería, en la Brigada “Benito Juárez”, en el ejército de Francisco Villa.

Su primera batalla fue en enero de 1914 al ataque y toma de la población de Ojinaga, Chihuahua, en las tropas al mando del general Villa. En ese mismo año de 1914, Arnaiz participó en los enfrentamientos contra los federales en Bermejillo, Gómez Palacio y Torreón. Por su destacado papel en estas batallas le fue conferido el grado de Teniente de Caballería en mayo de 1914.

En los siguientes meses y años estuvo en los combates de Paredón, San Pedro de las Colonias, Saltillo, Rosario, Villa Unión, Copalá, Muralla, Cerro Prieto, Cendradillas, Las Pintas, Durazno y Agostadero. Debido a su participación en diversas batallas y en reconocimiento a su labor realizada y valor mostrado, fue ascendiendo a los grados de Capitán Segundo de Caballería (1914), Capitán Primero de Caballería (1915), Teniente Coronel de Caballería (1916). Todas estas acciones de guerra y ascensos están plasmados en su expediente militar ubicado en el Archivo Histórico de SEDENA.

Entre 1917 y 1920 se alió al constitucionalismo y fue encargado del Depósito de Jefes y Oficiales (1917-1918); integrante y primer vocal del Consejo de Guerra en la plaza de Torreón, Coahuila (1918) y jefe del 24 Batallón de Infantería (1918).

En mayo de 1920, el Teniente Coronel Arnaiz se adhirió al Plan de Agua Prieta, encabezado por el grupo de los sonorenses (Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles), en contra del gobierno del presidente Venustiano Carranza.

En este movimiento combatió en la región del estado de Jalisco. Inclusive, le tocó apresar al general Manuel M. Diéguez. Al triunfar el Plan, se le encomendó diversos batallones y regimientos en diversos estados de la República Mexicana, entre los años de 1922 y 1923. Además, se le confirió el grado de Coronel de Infantería (1920).

Ramón Arnaiz fue uno de los tantos militares que apoyaron la rebelión Delahuertista a finales de 1923, en contra del presidente Álvaro Obregón y de su sucesor, Plutarco Elías Calles. Al fallar dicha revuelta, Arnaiz tuvo que exiliarse en los Estados Unidos y fue dado de baja del Ejército Nacional.

Un episodio de la rebelión Delahuertista

Precisamente en esta época, Ramón Arnaiz participó en un acontecimiento que, con el transcurrir del tiempo, se ha convertido en un pasaje trascendente para la historia de México.

Resulta que el día 26 de diciembre de 1923, durante un enfrentamiento entre las tropas rebeldes y el ejército federal, el general Rafael Buelna y el coronel Ramón B. Arnaiz derrotaron a las fuerzas del general Lázaro Cárdenas en un área cercana al conocido poblado de Mazamitla, Jalisco. Exactamente en una zona donde se ubica un lugar conocido como “Puertecito” y los denominados “Cerro Blanco” y “Cerro El León”, localizados entre el pueblo de Teocuitatlán y la entonces Hacienda de Huejotitlán.

Como era común en ese tiempo, el derrotado debía ser fusilado —como fue muy usual con la muerte de muchos de los militares rebeldes—, pero en esta ocasión, tanto Buelna como Arnaiz decidieron respetar la vida de Cárdenas.

La batalla es registrada por algunos autores como Antonio Uroz, Los hombres de la Revolución (1969), Jesús Romero Flores, Lázaro Cárdenas, biografía de un gran mexicano (1972) y Gustavo Casasola, Biografía ilustrada del general Lázaro Cárdenas 1895-1970 (1975).

La anécdota la recuerda su hija, la maestra en Letras Hispanas Elsa Arnaiz Rosas: “fue cuando Cárdenas le preguntó: ‘¿Me van a matar?’, a lo que Arnaiz le contestó: ‘Hombres como Usted no merecen morir, los necesita la patria’. Entonces le dio atención médica, ya que se encontraba herido, y lo escoltó para subirlo a un tren que iba a Guadalajara, respetándole así la vida al general Cárdenas”.

De igual manera, la prensa de la época hizo registro en papel de las diversas acciones de guerra de este movimiento militar. En una de ellas, tiene amplia participación el coronel Ramón B. Arnaiz, quien para entonces ya estaba bajo las órdenes del general Rafael Buelna, mejor conocido como “El Granito de Oro”. Se trata de un amplio informe militar que Buelna envió al general de división Enrique Estrada, en enero de 1924, de la batalla contra Cárdenas y publicada íntegramente en la tercera página del periódico El Informador, de Guadalajara, fechado el domingo 20 de enero de 1924.

El encuentro histórico

La participación de Arnaiz en este movimiento rebelde y su vinculación directa con el general Rafael Buelna, pero sobre todo con el general Lázaro Cárdenas del Río, aparecen en una novela de corte histórico que escribió, en 1937, el historiador y novelista sinaloense José C. Valadés, titulada Las Caballerías de la Revolución, publicada bajo el sello de la Editorial Botas.

En esta obra literaria se encuentran plasmados los ideales del ejército rebelde en las palabras del valiente general Rafael Buelna, quien le dice a Valadés: “... te enseñaré mientras sea tu compañero, a amar a la democracia, a amar la libertad. ¿No te ha dicho tu maestra que sin libertad no es posible vivir?”.

Más adelante, la novela histórica relata cómo el 19 de diciembre de 1923 el general Rafael Buelna, comisionado por el general Enrique Estrada, llegó a la Hacienda de Tamazula, Jalisco, donde se encontraba el coronel Ramón B. Arnaiz y tenía a su mando los regimientos 24o y 38o. La consigna del general Estrada era derrotar la columna del general Lázaro Cárdenas. Como se mencionó anteriormente el encuentro bélico en la zona entre Teocuitatlán y Huejotitlán.

Plano de la batalla en Huejotitlán, Jalisco
Plano de la batalla en Huejotitlán, Jalisco

Valadés narra que era el primer encuentro entre rebeldes y gobiernistas: “A las once en punto de la mañana empezó el tiroteo […]. A las ocho de la noche, una hermosa luna iluminaba el campo de batalla, como si se tratara de un día de fiesta. Tres mil hombres seguían combatiendo fieramente […] Momentos después empezó un triste desfile. Los federales se rendían incondicionalmente […]. Después de dar órdenes a sus oficiales para que terminaran el desarme de las fuerzas rendidas, y de dictar las disposiciones necesarias para que se estableciese un severo servicio de vigilancia y se custodia debidamente a los rendidos, el general Arnaiz, acompañado de dos ayudantes, fue en busca del general Cárdenas […]. Arnaiz pudo por fin llegar al lugar donde el general Cárdenas se encontraba.

El general derrotado estaba tendido en un pequeño catre de campaña, tras de una cerca de piedra, demudado, cubierto de sangre. Sin lanzar queja alguna, se apretaba el vientre donde tenía terrible herida”.

A continuación, se dio un interesante diálogo entre ambos personajes, que Valadés lo recoge puntualmente en su novela histórica:

“-¿Cómo se siente general?-le preguntó Arnaiz.
–Mal, un poco mal…– contestó el general, dejando escapar un quejo. Pero no crea que me quejo… –añadió reponiéndose valerosamente.
– Lo vamos a trasladar-infórmale Arnaiz.
– ¿Con quién tengo el gusto de hablar? –interrogó Cárdenas, interrumpiendo a Arnaiz.
– Con el general Arnaiz,–contestó éste.
–Perdone, compañero, que me encuentre en esta situación; pero creo que estoy bien…–dijo Cárdenas, haciendo un visible esfuerzo para incorporarse.
–Es cosa que todos lamentamos, mi general –agregó Arnaiz.
– Gracias. Quisiera hablar con Buelna antes de morir. Quiero que como soldado y como caballero me prometa que mi gente será respetada. Todos no han hecho otra cosa que cumplir con su deber y con mis órdenes. Yo soy el único responsable, y adviértale que dispone de mi vida”.

Arnaiz se dirigió con el general Buelna y juntos lo visitaron en el sitio donde se encontraba. Posteriormente, se le escoltó a Cárdenas para subirlo al tren y ser trasladado a Guadalajara, en donde se le atendió en un sanatorio particular, salvándole la vida.

Así quedó para la posterioridad ese encuentro entre los referidos militares, que como es sabido, tendría efectos posteriores en la política nacional.

Lázaro Cárdenas, presidente de la República 1934-1940

Como se puede apreciar, esa actitud de nobleza humana de Arnaiz sobre la persona de Cárdenas no era común en esos tiempos cuando predominaba la barbarie y fácilmente se rompían lazos de amistad, compadrazgo y compañerismo. Mucho menos cuando se trataba de un movimiento rebelde contra un gobierno establecido. Un caso ejemplar fue el asesinato del general Francisco R. Serrano, en 1927, en Huitzilac, Morelos, por órdenes de su propio cuñado: Álvaro Obregón.

Lo común en todos casos era pasar por las armas, en forma instantánea, a todos los militares de grado que hubiesen sido derrotados y aprisionados, claro sin conformación de consejo de guerra. Era una práctica cotidiana y esto se vio con muchísima regularidad en los periodos presidenciales de los generales Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928).

Solamente para poner un ejemplo del salvajismo militar de la época. Se trata del general Manuel M. Diéguez, amigo íntimo y fiel seguidor durante los años de la Revolución de los referidos ex presidentes, pero en 1923 decidió rebelarse contra ellos.

Para su mala fortuna salió derrotado en las batallas de Ocotlán y Palo Verde, Jalisco, huyendo a Guerrero, luego pasó a Oaxaca y finalmente a Chiapas. Por órdenes expresas de Obregón, se le dio cacería por varias entidades del sureste de la república, pues la intención de Diéguez era refugiarse en Guatemala. Sin embargo, fue interceptado en San José de las Flores, muy cerca del pueblo de Cintalapa y llevado a Tuxtla Gutiérrez y por órdenes expresas de Obregón, fue pasado por las armas, sin consejo de guerra, el 21 de abril de 1924.

Como este caso hay varios similares registrados, pero el caso contrario fue el de Cárdenas, cuya integridad física fue respetada por Arnaiz y Buelna.

Tiempo después, Cárdenas se restableció por completo de su estado de salud en Guadalajara y se incorporó a sus funciones cotidianas dentro del ejército federal. Hay que destacar que Cárdenas siempre fue fiel al grupo de los sonorenses y a los lineamientos de la milicia imperante en la época. Ello le trajo ascensos, reconocimientos y simpatías dentro de grupo político y militar que dominó el escenario del México de la década de los veinte e inicios de los treinta, incluyendo el partido oficial creado por Calles, el Partido Nacional Revolucionario en 1929. Por cierto, para el año de 1934, el PNR, con la concebida recomendación o visto bueno del “Hombre Máximo de la Nación: Plutarco Elías Calles”, lo eligió precisamente a Lázaro Cárdenas para que fuese sido denominado candidato presidencial y después, asumiera el cargo de presidente de la República para el periodo de 1934 a 1940.

Como es de todo conocido, al gobierno de Cárdenas se le ha caracterizado como coyuntural en el México contemporáneo, la figura presidencial se sostuvo como influencia moral del sistema político mexicano, siendo un importante referente para las corrientes de izquierda. Además, es recordado por la memoria colectiva mexicana como uno de los más grandes estadistas del siglo XX, el presidente que consolidó la Revolución Mexicana y fue guía en la práctica de los ideales de igualdad y justicia social para todos los habitantes del país.

Entre los principales logros del sexenio cardenista se pueden mencionar la reforma agraria y la creación de ejidos, efectuando el mayor reparto de tierras en la historia de México, al entregar a los campesinos la propiedad de las tierras que cultivaban y atacar abiertamente el latifundio, la nacionalización de la industria petrolera y ferrocarrilera, el impulso de la educación socialista y las misiones culturales, la ampliación de las carreteras, el incremento de crédito a los diversos sectores productivos del país y el apoyo al movimiento obrero mexicano.

Los caminos de Arnaiz

Después de la derrota del movimiento Delahuertista, Arnaiz logró pasar exiliado a los Estados Unidos. Se estableció en Los Ángeles, California, donde se dedicó a desempeñar diversos trabajos en esa ciudad: laboró como contratista, agente de anuncios del diario El Heraldo de México y vendedor del periódico La Opinión.

Al poco tiempo, Arnaiz logró reunir un pequeño capital, conformando la empresa “Arnaiz Broadcasting”, instalando una radiodifusora llamada AXFM en la misma ciudad de Los Ángeles. Dicha estación tuvo la peculiar característica de que fue una de las primeras radiodifusoras en transmitir en idioma español. Ahí se convirtió a la vez en propietario, en administrativo y en locutor de la misma estación.

A finales de los años treinta, cuando Lázaro Cárdenas era el presidente de la República y su periodo se veía terminar, fue invitado por éste para que volviera el país, pero Arnaiz se resistió ya que muchos de sus ex compañeros habían sido asesinados; sin embargo, regresó en 1940.

Repatriación de familias mexicanas a la Baja California

En la década de los años treinta del siglo XX, los Estados Unidos y sus habitantes vivieron lo que se denominó la Gran Depresión, que fue una situación muy crítica en la economía del país. A raíz de ello, se dieron graves situaciones de escasez de trabajo, de acceso a comida y bienes indispensables, lo que motivó a que familias mexicanas residentes en algunas partes de los Estados Unidos y fundamentalmente, en California y en Los Ángeles, en lo particular, vieran la opción de regresarse a México.

A esa situación se le llamó “repatriación de connacionales” y se realizó a lo largo de esa década, con apoyo de las autoridades mexicanas en California, como eran los consulados, así como algunas secretarías del gobierno federal de México, como parte de la política exterior de los presidentes de la República que estuvieron en el cargo en la época.

En ese contexto, el general Arnaiz promovió, a fines de los años treinta, la repatriación de mexicanos a Baja California. Para ello tuvo reuniones con el presidente de la República mexicana Lázaro Cárdenas, quien le prestó todo su apoyo personal y dio instrucciones a los secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores y Hacienda, que atendieran ese tipo de solicitudes.

El general Arnaiz, al ser propietario de una estación radiofónica en Los Ángeles, además de tener presencia en los ámbitos tanto social como político, recibió la solicitud de diversas familias mexicanas de que gestionara su regreso a México. Por las condiciones fronterizas de California con Baja California, esas familias se repatriaron a la península, pues ya no deseaban regresar a sus lugares de origen.

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El general Arnaiz hizo lo necesario para llevar a cabo tal encomienda. La principal fue obtener del general Lázaro Cárdenas un acuerdo presidencial al respecto:


ACUERDO AL C. SECRETARIO DE HACIENDA Y CRÉDITO PÚBLICO

Presente

Ruego a usted poner desde luego a la disposición del C. Coronel Rodolfo Sánchez Taboada, Gobernador del Territorio Norte de la Baja California, la cantidad de $15,000.00 QUINCE MIL PESOS, con cargo a la Partida de Repatriados, que va a utilizar en elementos mexicanos venidos a la Baja California procedentes de Estados Unidos.

Dado en México, D. F., a los diez y nueve días del mes de abril de mil novecientos cuarenta.

EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Lázaro Cárdenas


A raíz de este momento, por conducto del gobernador del Territorio Norte de Baja California, coronel Rodolfo Sánchez Taboada, se implementó la realización de un programa de repatriación de mexicanos a la entidad.

Sánchez Taboada informó a la ciudad de México que, junto con Arnaiz, habían recorrido, en agosto de 1939, “los terrenos donde se establecerán 25 familias de repatriados y puso a disposición de dicho jefe militar 25 parcelas de 30 hectáreas cada una, conviniendo en que se trasladaran 5 familias cada mes, a partir del 1o. de septiembre próximo. Ruégole ordenar se pongan a su disposición $15,000.00 cada mes, hasta completar $75,000.00 cuyos fondos ya convinieron en la forma serán ministrados, y $30,000.00 para el establecimiento de 30 familias procedentes de Gardena, Cal., que ya principiaron a llegar”.

Así se manifiesta en un telegrama del coronel Sánchez Taboada, fechado en Ensenada, B. C., 9 de agosto de 1939 y localizado en el Fondo Lázaro Cárdenas del Archivo General de la Nación.

Así, a partir del mes de octubre de ese mismo año de 1939, ya el general Arnaiz empezó a movilizar familias a Baja California, mientras que el coronel Sánchez Taboada gestionaba los recursos para su traslado y reubicación adecuada: “Superior mensaje relativo Sria. Hacienda ministró cuarenta y cinco mil pesos para repatriados que distribuyéronse forma siguiente: Guadalupe treinta mil para instalación veinticuatro familias y quince mil para cinco familias que primero septiembre mandó Gral. Arnaiz, pero primero octubre llegaron cinco familias más para las cuales se solicitaron los quince mil pesos correspondientes de acuerdo con plan ordenado por Ud.; con el propósito de que no sufran trastornos estas familias permítame también suplicarle usted sus órdenes a la propia secretaría para que cada mes ministre quince mil pesos hasta completar la suma de setenta y cinco mil pesos que corresponden a veinticinco familias organizadas por mencionado general Arnaiz, cantidad independiente de los treinta mil que se utilizaron en Guadalupe”. Así se aprecia en un telegrama de Sánchez Taboada, con fecha del 15 de octubre de 1939, emitido en Mexicali, B. C.

De esta manera, el general Ramón B. Arnaiz contribuyó en la repatriación de familias mexicanas que residían en California y, debido a la crisis existente, buscaban regresar a su patria con el fin de buscar nuevos y mejores horizontes en la Baja California.

Al respecto, envía una carta al presidente Cárdenas en la que le señala: “Es mi propósito el dar a Usted cuenta de la comisión de que fui encargado, para repartir veinticinco parcelas de terreno en la Baja California, entre otras tantas familias de Veteranos de la Revolución Mexicana. Mi misión está cumplida y las familias están ya instaladas, cada una en su respectiva parcela”. Dicha carta de Arnaiz al presidente Cárdenas, se fechó en Los Ángeles, Cal., el 6 de septiembre de 1939 y se localiza en el mismo Archivo General de la Nación.

Su regresó a México y a Tijuana

Ramón B. Arnaiz arribó a Baja California a inicios de los años cuarenta y se instaló en Tijuana, población que vio que podía desarrollar sus objetivos, metas e ideales que le habían acompañado desde los tiempos de la Revolución y que no las había podido realizar.

Estando en Tijuana, por decreto del presidente Miguel Alemán Valdés, en febrero de 1947, Arnaiz fue reintegrado al Ejército Nacional con el grado de Coronel de Caballería y al mismo tiempo se le otorgó una licencia ilimitada con situación en reserva. En junio de 1952, se le canceló la mencionada licencia, pero por acuerdo presidencial se le ascendió a General Brigadier y se le restituyó los salarios de los servicios comprendidos entre 1923 y 1947.

En noviembre de 1955, la Cámara de Senadores le ratificó el grado de General Brigadier. En octubre de 1957 causó baja como agregado de la VI Región Militar de Tijuana y debido a su avanzada edad se dio de alta en la situación de retiro del Ejército Nacional.

Por sus méritos militares y brillante carrera en las armas, el general Ramón Arnaiz recibió la importante condecoración “Cruz de Guerra” que otorga la Secretaría de la Defensa Nacional a ex militares destacados. En el caso del general Arnaiz se debió a su participación activa en 33 hechos de armas entre 1913 y 1920, en contra de fuerzas federales, villistas y carrancistas. La ocasión de la entrega fue el día 20 de noviembre de 1955, en el marco de uno de los aniversarios de la Revolución Mexicana, en el campo Benito Juárez de la Zona Norte.

A la postre, el militar nuevoleonés, pero bajacaliforniano y tijuanense de corazón, Ramón B. Arnaiz, se le ha considerado como uno de los forjadores de la ciudad de Tijuana y del estado de Baja California.

La vida de Arnaiz en este espacio de la nación mexicana estuvo dedicada al desarrollo de las comunicaciones en el entonces Territorio Norte y después Estado como con su vecino Sonora. Así como al impulso del desarrollo urbano de Tijuana fraccionando zonas residenciales.

En reconocimiento a su trayectoria, una calle de Tijuana lleva su nombre al igual que una escuela primaria en Tecate y la Fundación Acevedo, A. C., lo reconoció como Forjador de Baja California.

Los Generales Cárdenas y Arnaiz, se reencuentran en Baja California

Una vez finalizado su periodo presidencial en 1940, Lázaro Cárdenas se reincorporó al año siguiente al servicio militar, inclusive en 1942 fue nombrado Comandante Militar del Pacífico, con sede en la base de El Ciprés, en Ensenada y después, secretario de la Defensa Nacional hasta el año de 1945, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial.

En ese año de 1942, Cárdenas visitó Tijuana donde residió temporalmente en Agua Caliente donde desarrolló una reunión con el comandante de las fuerzas estadounidenses en San Diego.

En la década de 1950 y 1960 visitó en algunas ocasiones a Baja California, donde siempre era recibido por el gobernador de la entidad, los alcaldes de los municipios que visitaba, comerciantes, empresarios, industriales, profesionistas y en especial, por una destacada multitud de ciudadanos que deseaban verlo, admirarlo y agradecerle todos los parabienes que Cárdenas emprendió para este terruño nacional.

En visitas efectuadas por Lázaro Cárdenas a Baja California, el general Ramón B. Arnaiz siempre lo saludó personalmente al general Cárdenas. Existen algunas fotografías del año de 1954 donde en reuniones de recibimiento a tal personalidad, se aprecia al gobernador del Estado Braulio Maldonado Sández y al general Arnaiz saludándolo y en otra imagen, se observa a Arnaiz acompañado de empresarios como Miguel Calette Anaya comiendo con Cárdenas.

Gobernador Braulio Maldonado, Gral. Ramón Arnaiz y expresidente Lázaro Cárdenas
Gobernador Braulio Maldonado, Gral. Ramón Arnaiz y expresidente Lázaro Cárdenas
Reunión del general Arnaiz con el expresidente Lázaro Cárdenas
Reunión del general Arnaiz con el expresidente Lázaro Cárdenas

Cabe destacar, que los hechos aquí narrados, constituyen una crónica de hechos, de una relación sincera, fraterna y solidaria entre dos grandes personajes de la historia nacional, cuyo legado ha sido recogido por sus descendientes, que han continuado la lucha que los generales Lázaro Cárdenas y Ramón Arnaiz dejaron como ejemplo y que vale la pena sea conocida por las nuevas generaciones.

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