De ser considerado un ejemplo de vida, pasó a ser sinónimo de muerte.
De ser una inspiración para el mundo, pasó a ser un monstruo abominable.
De ser reconocido como un hombre de bien, pasó a formar parte de la fila de los desalmados, de los despiadados, de los demonios que andan sueltos.
El verano pasado utilicé este mismo espacio para hablar sobre Oscar Pistorius, el sudafricano que en Londres se convirtió en el primer atleta amputado de ambas piernas en participar en unos Juegos Olímpicos.
Mi columna del 11 de agosto de 2012 la terminé con estas dos frases: "Londres vio emerger la figura de un joven valiente que ha tenido que luchar toda su vida para salir adelante. Pistorius no ganó ninguna medalla de oro, de plata o de bronce, pero hace mucho tiempo lleva en el corazón la mejor de las preseas: el amor a la vida".
Qué arrepentido estoy de mis palabras, qué arrepentido me siento de haber puesto a un atleta en el pedestal de santo.
Arrepentido estoy de haberle dado a Pistorius el beneficio de la duda, de creer que él representaba los valores más limpios y puros del deporte.
Caí en el error, el mismo que cometen muchos, de presentar a un atleta como un ejemplo a seguir, como un ser perfecto, como una persona alejada de los vicios, de los celos, de la maldad.
El jueves 14 de febrero, día en que mucha gente gusta reafirmar los lazos de amor y amistad con sus seres queridos, Pistorius asesinó a su novia.
El joven de 26 años está preso y esperando su juicio en una corte de Sudáfrica en donde la fiscalía lo acusa de darle seis balazos a su novia, Reeva Steenkamp.
En mi columna de agosto pasado explique lo siguiente: "Pistorius nació con una enfermedad congénita, y antes de cumplir un año de edad, los doctores, para salvarle la vida, debieron de amputarle las dos extremidades inferiores.
Crecer sin piernas hizo que Pistorius aprendiera de manera natural a movilizarse para realizar las mismas actividades que el resto de la gente.
Con el paso del tiempo, el sudafricano abrazó al deporte, al atletismo en particular, para alentar su desarrollo físico, mental y emocional.
Al ver el deseo ardiente de correr en las pistas de tartán, un equipo de científicos creó unas prótesis de fibra de carbono para que Pistorius pudiera participar en eventos atléticos.
Lo que vendrían siendo los pies de las prótesis son dos arcos que a Pistorius le permiten mantener el equilibrio para correr".
Qué ironía leer estas palabras en donde se explica que Pistorius abrazó el deporte para obtener una estabilidad emocional que le permitiría luchar contra su limitaciones físicas.
Evidentemente, este hombre que a todas luces parecía un ser con una calidad humana inigualable, es simple y sencillamente un monstruo.
No necesito esperar a que el juicio legal concluya y que un juez lo encuentre culpable, Pistorius mató a su hermosa y joven novia, de eso no hay ninguna duda.
La circunstancias del atentado saldrán a la luz con el paso del tiempo, pero fue el connotado atleta el que jaló el gatillo seis veces, cuatro tiros atravesaron el cráneo de Steenkamp.
Este capítulo nos debe dejar la siguiente lección: Los atletas no deben convertirse nunca en modelos de conducta a seguir. Es responsabilidad de nosotros, los padres de familia, dar ejemplo a nuestros hijos y no dejar esa tarea en manos de desquiciados emocionales que se disfrazan de deportistas.
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