Que frase tan común pero no por eso con poco significado. Cuando somos jóvenes creemos que siempre seguiremos siéndolo. La vida pasa y el tiempo (que es un recurso no renovable), sigue su curso, y cuando menos lo pensamos, damos un vistazo hacia atrás y resulta que ya somos unos adultos "maduros".
Recuerdo la primera vez que le dije a unos de mis hijos:
"Cuando yo tenía tu edad, hace exactamente 20 años ¡upssss!, ¡casi desmayo!. ¡Hace 20 años tenía tu edad!... ¡20 años!..." En ese momento me sentí "anciana". Increíblemente, hacía unos instantes, me visualizaba joven.
Una frase pronunciada era el detonante que me situaba ante mi realidad. Aunque aún me sentía con espíritu juvenil, ágil, con muchos proyectos por realizar, el hecho de decir, "eso lo hice hace 20, 30 o 40 años", colocaba una pesada lápida sobre mi espalda... Es más, de la impresión, hasta se me olvidó lo que le iba a decirle a mi hijo.
Este tipo de situaciones, todo el mundo tarde o temprano, las tendrá que encarar. Deben servirnos para hacer un alto en el camino y hacer un pequeño análisis de cómo hemos vivido nuestra vida, y a la vez, reflexionar sobre la paciencia y el cariño que le debemos a las personas mayores.
Así es, hay que corresponder a quienes han sido pacientes con nosotros y nos han propiciado cuidados, ejemplos y enseñanzas, estar agradecidos con nuestros padres, mentores y/o tutores, quienes al igual que nosotros, se van haciendo grandes Hay que estar agradecidos
especialmente los que todavía tenemos la suerte de tenerlos entre nosotros, pero de igual manera los que aunque ya los hayan perdido, conserven los buenos recuerdos y su legado.
No debemos de olvidar que esas personas mayores, sean nuestros parientes o no, merecen respeto y mucha paciencia. Requieren atención y son tan dignos como el que mas.
Hace algunos meses, estaba en un supermercado y en uno de los pasillos, estaba un señor ya mayor, quien al verme me hizo una pregunta, algo que no tenía aparente importancia. En realidad me abordaba y fue suficiente para empezar a hablar, y hablar. Narraba sobre sus hijos, sobre el poco interés que tenían respecto de él, que si cuando murió su mujer, que si estuve en la guerra, etc.., ¡yo había entrado con prisa al supermercado porque tenía invitados en casa para comer, y la plática del señor duró unos cuarenta y cinco minutos!
Mientras escuchaba al señor me venían sentimientos encontrados, la prisa de llegar a cocinar antes de que llegara la visita, y las ganas de seguir dándole un poco de atención. Me di cuenta que las personas mayores tienen una necesidad muy grande de compartir las experiencias acumuladas a lo largo de sus vidas.
Si creemos que ya no se acuerdan de nada por que nos hacen la misma pregunta, por hacer el mismo comentario en muy poco rato, por ser repetitivos en sus temas o si se trata de hablar respecto de lo vivido años atrás, les viene una energía que los hace sentirse jóvenes otra vez, pero sobre todo, escuchados.
Es válida y vigente aquella frase "recordar es volver a vivir".
Recuerdan lo que para ellos ha sido su realidad, anhelan aquellas épocas en que estaban llenos de inquietudes y vigor, donde ellos afrontaban los retos y las circunstancias de entonces, su momento histórico.
Es muy duro para una persona mayor, tener que reconocer que sus facultades se han ido minimizando y que han perdido las fuerzas para muchas cosas. La decadencia es difícil de aceptar. La dignidad no es propia de la belleza física o de determinada edad del individuo. Se nace con ella, se debe vivir en y con ella, respetar la propia y la ajena, hasta el final de la vida.
Debemos apoyarlos y hacerlos sentir que son útiles, aprender de su experiencia y disfrutar de el testimonio vivo de su historia. Buscarles una actividad dentro de casa, y así poco a poco ellos mismos irán aceptando su condición y sus limitaciones.
Tengo la fortuna de tener a mi madre y a mi suegra, de 91 y 93 años respectivamente. De enseñarles a los hijos, sobrinos y nietos, que es grato e importante dar ejemplo de respeto y cuidado a los miembros de avanzada edad de la familia.
Ello se extiende a todos los ancianos.
El tener y proporcionar atención y cuidados a nuestros padres y abuelos, de ser posible tenerlos con nosotros, como miembros activos , dignos e importantes de nuestra familia, nos permite corresponder un poco a sus afanes, a todo el trabajo que les dimos cuando infantes, niños o cuando nos sentíamos jóvenes infalibles y creíamos tener el soberbio dominio de las circunstancias, que nos podíamos comer el mundo a puños y que lo sabíamos todo.
Ellos nos necesitan ahora, tanto o más de lo que nosotros en su momento los necesitamos a ellos. Sin embargo, los avances de la medicina auguran que llegado el momento, los que ahora somos adultos, seremos mas longevos y habrá una mayor cantidad de adultos mayores, al incrementarse la expectativa y calidad de vida.
Si no les damos el ejemplo a los niños y jóvenes ahora, estamos ayudando a crear un choque generacional o bien un aislamiento entre generaciones, donde el respeto y transmisión de valores será reducido, y a su vez ignorarán, que al avanzar en edad, serán relegados y abandonados por sus propios sucesores.
Hay que atender, cuidar y respetar a quienes nos superan en edad. Los invito a visitarlos, escucharlos, atenderlos, y quererlos. Ellos son capaces de compartir.
Seamos igualmente capaces de brindarles con paciencia, nuestra dedicación y cariño.
Es ley de vida... "como te ves, me vi como me ves, te verás"
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