Déjenlo en paz

Abraham Nudelstejer • columnista

Estoy de acuerdo en que es un tramposo, mentiroso y ególatra pero por favor, dejen de atacarlo.

Lance Armstrong confesó que utilizó sustancias prohibidas y todo tipo de procedimientos científicos para ayudarse a ganar siete veces consecutivas la Vuelta a Francia.

Después de negarlo por más de una década, el ciclista estadounidense sucumbió ante la presión de organismos internacionales que investigan su proceder.

Armstrong se convirtió en héroe de aficionados en todo el mundo porque después de vencer un cáncer testicular que se le extendió a los pulmones y al cerebro se transformó en un atleta sin parangón.

Burlar a la muerte para después conseguir logros impresionantes en el deporte lo convirtieron en un mito, en un ícono, en un súper hombre.

Ahora, los mismos que subieron a Armstrong a un altar, lo patean cuando está tirado en el piso.

Aquellos que en su momento lo calificaron de grandioso, valiente y portentoso, hoy le ponen etiquetas que corresponden al ser humano más detestable que jamás haya pisado la faz de la tierra.

Esas personas que ahora recriminan, encaran e insultan al ciclista, son los verdaderos villanos de esta película.

En su afán por ganar competencias y amasar millones de dólares, Armstrong se valió de los mismos recursos que el resto de los ciclistas contra los que compitió.

Pero más allá de haber ganado carreras ciclistas haciendo lo mismo que sus rivales, Armstrong se dio a la tarea de crear una fundación para apoyar con recursos económicos a personas que sufren la enfermedad del cáncer.

Poco me importa a mí si ganó siete títulos del Tour de Francia, poco me importa a mí la medalla de bronce que obtuvo en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, en realidad el ciclismo es uno de los deportes que no me interesan.

Lo que sí me importa y lo que sí me interesa es dejar establecida la gran labor humana, la compasión por el prójimo, la vena filantrópica de Armstrong.

Ningún medio de comunicación se ha dado a la tarea de poner las cosas en la balanza de la justicia.

Sí, Armstrong es un deportista tramposo y mentiroso, igual de tramposo y mentiroso como miles de atletas profesionales que se dopan en todo el mundo.

Lo que no se encuentra tan fácilmente en esta época, es un deportista que haya utilizado su imagen de héroe y los millones que ganó para respaldar de una manera tan directa y tan decisiva a gente que sufre.

En 1997, Armstrong instauró la fundación Livestrong y desde entonces ha recaudado 400 millones de dólares para ayudar a miles de enfermos de cáncer.

Livestrong ofrece asistencia en inglés y en español, ayuda a los enfermos de cáncer a entrar a programas médicos de vanguardia y les proporciona apoyo incondicional en su batalla contra este terrible mal.

Lo arriba mencionado es lo que en realidad hace grande a este ciclista que hoy es pisoteado por todos los que en algún momento le adoraron.

No señores, Armstrong no es el monstruo que quieren hacer parecer.

Armstrong es un aliado de aquellos que sufren, de aquellos que tienen a la muerte de frente, de aquellos que necesitan la mano fuerte para seguir adelante en su lucha por vencer al cáncer.

Armstrong es un villano del deporte, pero un ángel de vida.

¿Con cuál te quedas tú?

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