Se levanta de la cama, se ve al espejo, se siente sucio.
Abre la llave del lavabo, deja correr el agua y toma la tableta del jabón entre sus manos.
La espuma que forma la combinación del agua tibia y el jabón se la restriega en el rostro una y otra vez, como queriéndose arrancar la mugre que lo ha cubierto por décadas.
El aseo físico no es suficiente, el hombre se sigue sintiendo impuro y la gente que lo conoce lo percibe como tal.
Tanto lavarse la cara no le ha ayudado a sentirse limpio y es entonces que se da cuenta que es su alma la que está deteriorada por el cochambre acumulado a través de los años.
Para tratar de liberarse del cargo de conciencia que lo hace sentirse triste y desgraciado, decide realizar acciones en favor de los que menos tienen.
El festival para celebrar el Día de Reyes y el Día del Niño, en el que regala juguetes al por mayor, lo ayuda a sentir que es un ser humano limpio y libre de culpa.
Aún así, mucha gente lo sigue señalando como escoria de la sociedad.
La leyenda que gira a su alrededor lo tilda de traficante de drogas, de corrupto, de mandar matar periodistas, de vender armas.
Carlos Hank Rhon tenía que hacer algo para que Tijuana se olvidara de su oscuro pasado y fue el futbol el que vino a darle a este personaje de la vida política mexicana la paz y tranquilidad que tanto anhelaba.
Ahora que está colocado como el mejor equipo del futbol mexicano, la gente ha optado por dejar en paz al propietario de los Xolos.
Recientemente leí un reportaje que afirma que los residentes de Tijuana están conscientes de los fantasmas que persiguen al dueño del club fronterizo pero no por eso van a dejar de apoyar a la escuadra rojinegra.
"No me importa quién es el dueño del equipo, lo importante es lo que ha hecho el equipo", dijo uno de los entrevistados en el reportaje.
Carlos Hank Rhon, el hombre al que el Gobierno de los Estados Unidos le ha prohibido la entrada, el hombre que en el 2010 fue perseguido y arraigado por las autoridades mexicanas por presuntamente tener un arsenal bélico en su casa, es ahora un héroe.
No cabe duda que sabiéndolo utilizar y manipular, el futbol es el mejor remedio para que un político se sienta liberado de su negro pasado o para disfrazar cualquier crisis que se pueda presentar.
En septiembre de 1985 la Ciudad de México sufrió el terremoto más devastador de su historia, cifras oficiales contabilizaron 10 mil muertos.
El sismo dejó edificios en ruinas, cortes en la energía eléctrica, escases de agua, rapiña y caos generalizado entre la sociedad.
No se veía la luz al final del túnel, la gente de la Ciudad de México estaba asustada, desmoralizada y deprimida hasta que, de manera inaudita, el presidente mexicano de aquel entonces, Miguel de la Madrid, dio su aval para que México fuera la sede del Mundial de futbol en 1986.
Una vez más el balompié le vino a lavar la cara a políticos que en su momento demostraron su inhabilidad para manejar una tremenda crisis y que dejó al descubierto corruptelas que le costaron la vida a miles de personas.
Para aquellos que necesitan congraciarse con la sociedad, para aquellos que se sienten sucios en el alma y necesitan limpiarla, para aquellos que quieren disfrazarse de benefactores, para ellos el futbol es el mejor de los remedios.
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