TIJUANA Los pasajes del centro de artesanías de la calle Segunda, que abarcan una cuadra en el distrito Centro, a pocos minutos de la garita internacional de San Ysidro, lucían solitarios un fin de semana reciente.
"Esto lleva así casi diez años. Solo estamos los que hemos aguantado más", dijo Gabriel Armenta, de 43 años, un artesano de vitrales que desde hace dos décadas trabaja artesanías artísticas basadas en el vidrio.
Si hay un sector de la economía mexicana afectado duramente por la crisis ese es el sector artesanal, particularmente quienes se dedican al vidrio y hacían lámparas tipo Tiffany y vitrales, artesanías que fabricaban al por mayor en esta ciudad que alguna vez fue considerada la capital del vitral en México.
En los últimos seis años cerraron el 90 por ciento de los talleres en Tijuana que se dedicaban a esta técnica debido a la falta de liquidez y a la caída de las exportaciones, entre otros factores, explicó Jorge Ramírez, de 46 años, uno de los pocos artesanos del vitral sobrevivientes.
Ramírez dijo que era miembro hace 20 años de una asociación de artesanos del vidrio a la cual se unieron cerca de 800 técnicos que trabajaban en unos 300 talleres de vitrales ubicados en diversas colonias de la ciudad.
Él era dueño de un taller que empleaba a 25 trabajadores que hacían 200 lámparas tipo Tiffany cada semana, la principal artesanía que producían.
"Comencé a trabajar este oficio a los once años en un taller de North Hollywood, en San Fernando, pero luego me independicé y me vine a Tijuana, de donde soy. Cuando puse mi taller aquí, hace 20 años, era fabuloso este negocio, en cada colonia había un promedio de diez talleres, todos haciendo vitrales y lámparas", dijo Ramírez.
Pero la situación comenzó a complicarse luego de los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001, coincidieron los artesanos entrevistados.
Y se agravó aún más, dijeron, con la crisis económica de 2008 de Estados Unidos, que tuvo consecuencias mundiales, y tras la expansión de las artesanías de origen chino, que ofrecían los mismos productos (lámparas tipo Tiffany) hasta un 60 por ciento más barato que las de origen tijuanense.
"A muchos les resultó imposible seguir produciendo y naturalmente cerraron", dijo Alfredo Robles, de 63 años, 25 de ellos dedicados a fabricar vitrales.
Robles renta un pequeño local en un segundo piso del mercado de artesanías de la calle Segunda, donde instaló su taller llamado Arte en Vidrio. Él también fue propietario de una pequeña fábrica que producía cientos de vitrales y de lámparas tipo Tiffany cada semana en la zona Norte.
Según los artesanos, el 60 por ciento de lo que producían era comprado por turistas o residentes de Estados Unidos, un 20 por ciento se exportaba y el resto se enviaba a ciudades como Guadalajara y Monterrey.
Sin embargo, eso fue cambiando tras la difícil situación económica. Poco a poco fueron cerrando fábricas y talleres que producían vitrales, incluso talleres familiares comenzaron a dedicarse a otros giros, como vender ropa o comida, como opción de supervivencia, dijo Gabriel Armenta, de 43 años, artesano y propietario del taller Vitrales Artísticos.
"Algunos hemos sobrevivido porque hacíamos trabajos distintos, con diseños que inventábamos, y también porque algunos antiguos clientes de Estados Unidos o residentes de la ciudad nos siguen buscando", dijo. "Pero la verdad es que también hemos batallado mucho por la falta de turismo".
Armenta explicó que comenzó haciendo vitrales en un taller a los 18 años y al poco tiempo se independizó; puso su taller en Playas de Rosarito, donde producía cientos de vitrales por mes que tenían como principal destino Los Cabos, Las Vegas, San Francisco y Los Ángeles. Luego comenzó a rentar en el mercado de artesanías de Tijuana para presentar sus diseños y desde ahí ha visto pasar la crisis económica que afecta a los artesanos.
Para Armando Estrada, jefe de la Unidad de Culturas Populares en Baja California, el hecho de la desaparición de cientos de artesanos del vidrio, en una ciudad que fue considerada capital del vitral no solo significa la pérdida de un legado histórico y de un valor de la artesanía.
También es, dijo, el hecho de que nuevas generaciones, quizá los mismos hijos de los artesanos, ya no puedan heredar estos oficios y se pierdan.
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