TIJUANA.- Una tarde reciente de febrero, Rosario Sánchez, de 45, esperaba afuera de la sala de urgencias del Hospital General de Tijuana, ubicado en la zona Río, el diagnóstico de su hija de 22 años, quien fue llevada de emergencia por un fuerte dolor abdominal.
"Ya está un poco mejor, le dieron analgésicos y se le ha calmado el dolor. Pero hay que esperar los resultados de los estudios para saber si se queda hospitalizada o me la puedo llevar", dijo.
Sánchez esperaba entre una docena de personas que aguardaban noticias de sus familiares, mientras paramédicos de la Cruz Roja llegaban con más pacientes fracturados o enfermos a la sala y sirenas de ambulancias agudizaban el ambiente tenso y preocupante.
Adentro de la sala de urgencias médicos y enfermeras iban y venían deprisa. Era lo que ellos llaman "un día normal".
Pero bien podría ser un "diagnóstico" cotidiano de las principales emergencias que ocurren en la ciudad, pues este nosocomio atiende a quienes no tienen seguridad social por medio de un empleo, es decir, la mitad de la población de la urbe, según estimaciones de las autoridades sanitarias.
La sala estaba saturada de enfermos. Las 19 camas y doce sillones reclinables estaban ocupados con pacientes estabilizados o conectados a un catéter para la inyección de suero o fármacos.
Era quizá el último sitio al que alguien quiere acudir: había dolor, rostros tristes, angustia, sangre y un olor mezclado entre yodo, sangre y aromas fétidos.
Muchos de los pacientes que atienden los internistas de la sala de urgencias son indigentes atropellados, adictos que viven en el canal del Río Tijuana o migrantes recién deportados que sufrieron una caída o golpes.
Luis Adán Carrillo, jefe de la sala de urgencias del Hospital General, dijo que cada día este departamento atiende 120 consultas, el 60 por ciento de ellas no son realmente emergencias. Le llaman urgencias sentidas, el paciente sintió mucho dolor, pero bien pudo ser atendido en un centro de salud.
El 40 por ciento, unos 48 pacientes, sí son urgencias. La mayoría malestares respiratorios (neumonías) y enfermedades crónico-degenerativos, explicó el especialista.
Sin embargo, al día atienden al menos doce pacientes con traumas debido a accidentes en casa o en vías públicas, son pacientes con heridas y fracturas graves de abdomen, tórax o cráneo.
"El hospital está abierto a cualquier paciente y a ninguno se le cobra", dijo Carrillo.
A menudo, señaló, el hospital de la Cruz Roja les envía pacientes de bajos recursos que ellos no quieren atender porque no les pueden pagar la hospitalización; además atienden pacientes de Tecate y Rosarito debido a que el nosocomio cuenta con especialidades básicas.
En los últimos cuatro años la plantilla de médicos en la sala de urgencias ha crecido un 35 por ciento. Actualmente son 14 médicos de hospitalización y nueve médicos en consultorio.
La crisis económica que ha obligado a muchos a dejar de atenderse en centro médicos privados, el aumento de afiliados al seguro popular y pacientes de las zonas metropolitanas han incrementado el número de consultas en un 20 por ciento de 2010 en relación al 2011, dijo el jefe de urgencias.
En la sala de espera, donde la señora Sánchez esperaba a su hija, unos decían que sus familiares habían sufrido un esguince cervical o que se fracturó en casa el tobillo; otros hablaban de que llegaron ahí acompañando a personas que tenían problemas de vesícula, gastritis o problemas renales.
Carrillo señaló que las principales causas de mortandad son las enfermedades crónico-degenerativas (diabetes e hipertensión), cirrosis hepática y neumonías. El área de urgencias tiene un índice de mortandad del 4 por ciento, es decir, todos los días unas cuatro personas fallecen en esa sala.
El hospital no tiene estadísticas sobre si la mayor parte de los pacientes accidentados son en casa o en vías públicas, se deben a descuidos personales o fueron provocados. Tampoco se sabe si las enfermedades que están atendiendo desde ese departamento se pudieron prevenir.
La dura actividad constante en el lugar parecía no dar tiempo para números. Todos los que estaban ahí, incluyendo al personal médico, tenían mala cara, se les advertía el cansancio y el estrés; todos parecían querer salir pronto de ahí, olvidarse de ese lugar.
Mientras, afuera sirenas de ambulancia se escuchaban cada vez más cercanas.
omar.millan@sandiegored.com
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