Como hemos mencionado, la Leyenda Negra de Tijuana provocó que cierto tipo de visitantes se comportaran de formas no correctas o inadecuadas según las llamadas "buenas costumbres". Por esto, el tijuanense reacciona de maneras conservadoras frente a los que vienen de fuera, especialmente si muestran modales moralmente incorrectos.

El visitante es bienvenido, pero debe entender que hace mucho la ciudad rebasó la permisibilidad del discurso negro. Si, Tijuana presenta resabios de ello. Conserva una zona roja internacionalmente famosa por los espectáculos que en ella se pueden apreciar pero, como dijimos en notas pasadas, es solo una parte de la ciudad, aunque ésta se encuentra enraizada en el imaginario colectivo de los otros y de parte del nosotros.

La respuesta al comportamiento disipado es el civismo, que se traduce siempre en el activismo ciudadano:

La primera imagen corresponde a la antigua comandancia de policía, orgullo de Tijuana que entones no era municipio, sino delegación de Ensenada. Por eso las manifestaciones propias de esas épocas son motivo de alimento para la tijuanidad. Mucho se sembró en esos años. Es la nostalgia que añoran los que se dicen "verdaderos tijuanenses".

Pero, fue quemada por la población en los disturbios contra el cierre de los casinos, mismos que se enardecieron por un crimen sin para en la época: el asesinato y violación de una niña de 8 años, Olga Camacho. Esto despertó el mito de Juan Soldado a partir de 1938.

La segunda, una manifestación multitudinaria en favor del presidente de la época, Miguel Alemán Valdez. Alemán fue presidente entre 1946 y 1952. El apoyo de los mexicanos en ese tiempo fue despertado por el llamamiento a la "unidad nacional" del sexenio anterior, el de Manuel Ávila Camacho, que se tradujo en la localidad, vimos en nota pasada, en la organización de las defensas civiles de Tijuana, primeras de su tipo en todo el país.

Esta es la respuesta de la tijuanidad y la Leyenda Blanca a la Leyenda Negra. Por eso, hablamos de historias y no de historia.

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