En el año 2000 Andrés Manuel López Obrador buscaba convertirse en el jefe de gobierno de la Ciudad de México, y Vicente Fox buscaba la presidencia por el Partido Acción Nacional.
Como hoy, en aquellos días también se respiraban aires de cambio en el país, las campañas habían politizado como nunca a la nación, gracias a la apertura que por fin se lograba en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión.
La sociedad sentía ya necesario un cambio de rumbo, y estaban las condiciones dadas para que esto se lograra, un escenario muy similar al de este 2018 en ese aspecto.
En ese marco de convulsión política y fiebre electoral se dio un choque entre Andrés Manuel y Diego Fernández de Cevallos, el cual quedó registrado como una de las mejores confrontaciones entre dos políticos ante los ojos de los mexicanos.
El gran abogado litigante, ex candidato presidencial, excelente polemista, y líder del PAN (por ello moteado como "El Jefe",) se sentó a debatir con López Obrador en un programa que conducía Joaquín López Dóriga.
La mayoría en la opinión pública coincidió en ese tiempo, que Obrador se vio más articulado y contundente, con mayores argumentos que los de su adversario político, quien por primera vez se había visto frustrado.
Ese debate terminó de catapultar al tabasqueño para que ganara la jefatura de gobierno, se trata tal vez de la mejor demostración que ha hecho AMLO en lo que va de su carrera política.
López Obrador lucía mucho más ágil mental y discursivamente, el contenido de su discurso es básicamente el mismo al de hoy, sin embargo las diferencias en las formas son notables.
Si existe algo que hoy se le critica al tabasqueño es que hay poca articulación y muchos huecos en su discurso, sigue siendo muy bueno en la plaza, en el mitin, ante los suyos, pero cuando enfrente tiene a alguien que le cuestiona o contradice no reacciona con la agilidad de aquel mítico debate.
Cualquiera podría argumentar que es indudable el efecto de la edad en su forma de expresarse, sin embargo también parece que hoy el tabasqueño no se está esforzando por aniquilar con argumentos a sus contrincantes, lo cual fue evidente en los dos debates presidenciales.
Tenemos a un López Obrador instalado en la confianza de que ya logró que la mayoría de la sociedad mexicana lo reconozca como la opción antisistema, las encuestas le dan la razón, sin embargo como sociedad también se espera a un presidente con argumentos y discursos convincentes que sumen adentro y afuera del país.
Lo cierto es que ya sea por afán propio, por su edad, o por exceso de confianza en los debates del INE hemos visto a un López Obrador lento, trillado, cargado con un gran costal de frases labradas por él a lo largo de los años, pero que también se convierten en su lastre, porque "de ahi no sale" dicen sus adversarios, y con razón.
El tercer debate se presenta como la última llamada para AMLO en ese rubro de su discurso y argumentación política, si logra algo de la agilidad de aquel mítico debate con Cevallos, Obrador no solo ganará, sino que terminará arrasando como nunca en una elección del México moderno.
Ya en la presidencia la labor deberá continuar, no puede seguir hablando como el candidato eterno que critica los horrores de la "Mafia del Poder", ahora él y su partido serán el poder, si discurso tendrá que cambiar, pero por lo pronto los que lo siguen desde aquel lejano año 2000 saben que no es el mismo, ha perdido fluidez y se ha anclado en sus frases cortas pero pegadoras.
Aquí te dejamos el citado debate:
oscar.vallejo@sandiegored.com
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