La vida está cambiando para este Pueblo Mágico, pero no todo en Tecate es magia.
Cruzar la frontera, algo que tomaba segundos anteriormente, ahora requiere de minutos. Esta semana, cruzar en hora pico requirió de media hora. Los residentes de Tecate solían dejar las llevas puestas en sus automóviles cuando iban de compras al centro, pero ya no recomiendan la práctica. Quizá el cambio más dramático es que ya no se escuchan los caballos trotando por las calles de la plaza central, frente al Parque Hidalgo.
"Antes teníamos más caballos que automóviles," dice Daniel Reveles, el laureado poeta no oficial de Tecate y residente desde 1980. "Solía visitar el pueblo y comprar el mandado en una carreta desde mi rancho".
En 2012, la Ciudad de México añadió este pueblo a la lista de Pueblos Mágicos administrada por el gobierno federal, lugares notables por su belleza natural, significancia histórica o importancia cultural. Este año, la magia es escasa al sur de la frontera mientras las distintas regiones de México luchan con el crimen, la contaminación, sequías, y la carrera presidencial de Estados Unidos. Al sur de la frontera, muchos temen que el candidato Republicano Donald Trump pueda ejercer su política migratoria, la cual incluye un gran muro a lo largo de toda la línea fronteriza entre México y Estados Unidos.
Una cerca ya cubre la mayor parte de la frontera entre el Condado de San Diego y el territorio nacional. En los años 90, la cerca de más de 2 metros de alto fue erguida, seguida por postes de metal de más de 4 metros de altura en 2008-2009. Estas barreras pueden verse por toda la ciudad pero son irrelevantes para los más de 120,000 habitantes de la zona.
"No tengo ningún problema con la cerca, puedo cruzar cuando yo quiera", dice Cristela Melendrez Taboada, de 17 años, una mesera en el Restaurante Lola ubicado sobre la plaza central. "Estoy muy feliz con la vida en México".
La complacencia es un tema común en este pueblo, que se extiende sobre un valle a más de 60 km de San Diego. La gente insiste en que son demasiado felices, demasiado relajados, para sentir cualquier tipo de tensión fronteriza.
"Amo Tecate," dice Martín Cortizo Rodríguez, quien dejó su nativa Ciudad de México para trabajar en el Rancho La Puerta, un resort y spa del pueblo. "Aquí se vive con calidad." En sus libros "Guacamole Dip" y "Tequila, limón y sal", entre otros, Reveles pinta al pueblo como una villa encantada que flota por encima de tales crudezas como política internacional. Aun así, el autor admite que esas realidades desagradables ocasionalmente llegan a Tecate.
"El Trump y la Clinton es de todo lo que se escucha ahora", dijo Reveles, quien cena y bebe con "Los Cafeteros", una banda de geniales ociosos que se reúnen en bares y restaurantes junto a la plaza principal. "Una persona dice 'Trump está en lo correcto. Vamos a construir un muro ¡para mantener afuera a todos los Americanos ilegales!"
El territorio que hoy se conoce como Tecate fue donde se establecieron por primera vez los nómadas Kumeyaay, hace unos 1,400 años, quienes eran cazadores-recolectores en las montañas del Pacífico. Un museo pequeño pero bien organizado al este del pueblo, el Museo Comunitario de Tecate, tiene en exposición los refugios y cestos construidos por los miembros actuales de la tribu.
El museo también explica el resto de la historia: Los indígenas y europeos se enfrentaron a principios del siglo XIX. Juan Bandini, cuya Casa de Bandini sigue en pie en el Old Town de San Diego, dejó un rancho abandonado en el territorio de Tecate debido a las numerosas invasiones de los indígenas.
Los granjeros y rancheros eventualmente triunfaron sobre los pobladores originales, produciendo aceite vegetal, vinos y grano para fermentación. El ferrocarril unía a Tecate y San Diego desde principios del Siglo XX hasta 1962, cuando la compañía ferroviaria San Diego & Arizona Eastern Railroad dio por terminado el servicio.
Cuando Daniel y Harriet Reveles visitaron Tecate en 1976, el pueblo era mejor conocido por su epónima cervecería y el Rancho La Puerta, un spa fundado por Edmond y Deborah Szekely en 1940. Ahora es una reserva de más de 1,200 hectáreas donde los huéspedes gastan de $2,835 a $7,500 dólares cada uno por una semana de estadía.
Al igual que el rancho, Tecate también es de orígenes humildes. Daniel, quien nació y fue criado en Los Angeles, temía que su esposa, nativa de Nueva York, encontrara el lugar desamparado y rústico. Y ella lo pensaba así, pero al mismo tiempo lo creía encantador.
"Ella solía decir, 'oh, qué villa tan encantadora,'" recuerda diciendo Daniel a su esposa, quien falleció en 1989. "Y vaya que lo era. Era algo mágico."
DJ y escritor, Reveles se inspiró por sus nuevos alrededores. La pareja compró una propiedad de 12 hectáreas a 16 kilómetros del pueblo, algunos caballos y una carroza. Comenzó escribiendo historias empapadas con el realismo mágico de Tecate, uno que recordaba el toque mítico que García Márquez y sus villas colombianas.
Cierto crítico escribió sobre "Enchiladas, Arroz y Frijoles", obra escrita por Reveles, en 1994, "asegura su lugar al frente de una larga línea de magos literarios hispanohablantes".
Esta semana en el Bar Diana, toda una institución del centro del pueblo con 59 años en servicio, Reveles disfruta de un almuerzo compuesto por tacos de carne asada acompañados por tequila. Vistiendo una guayabera blanca y un sombrero estilo Panamá, tiene todo el porte de realeza retirada. Amigos varios llegaron a su mesa para darle un cálido abrazo.
"Don Daniel", le llaman. "Jefe."
"La gente ama esa idea, aprecian mucho su trabajo", dice Carlos Mateus, 61 años, dueño del bar. "Es una buena persona". ¿Quién no lo es en este pueblo? "Nunca he conocido a una mala persona de por aquí," cuenta Reveles, quien dice tener 91 años de edad pero es bien conocido su toque de fábula respecto a los datos duros (en una entrevista con Arthur Salm del Union Tribune, hace 12 años, dijo tener 94). "Algunos patanes, pero nunca malas personas".
La Vida en el Paraíso
Mientras los incendios cruzaban la frontera hacia el condado de San Diego la semana pasada, Melendrez podía ver a la distancia las columnas de humo. A kilómetros de Tecate, las llamas se movían en dirección contraria, pero la joven mesera se preocupaba. "Me temo que no tenemos los recursos para ayudar con el incendio", dijo. ¿Por qué? ¿No está el incendio en otro país? "En otras ocasiones, los Estados Unidos han venido a ayudarnos. Sería bueno que nosotros pudiéramos devolver el favor."
Encontrarás mucha calidez hacia los Estados Unidos en Tecate, pero eso no significa que todos en el pueblo obedezcan las leyes de ese país. Durante el año fiscal de 2016, la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos aprehendió a 80 personas intentando cruzar de manera ilegal el bordo. Eso es menos del .5% de los 20,782 aprehendidos en todo el sector de San Diego.
Aquí, al igual que en otros lugares, algunos culpan a los recién llegados de cualquier alza en el crimen local. En Mini Todo Hidalgo, una papelería y tienda de regalos cerca de la cervecería, la administradora Grace Adams atiende a los clientes del interior de la República. Algunos fueron deportados de los Estados Unidos a Tijuana o Mexicali, y viajaron a Tecate por la relajada atmósfera y el clima placentero."Algunos de estos individuos son malas personas", dijo. "No todos, pero algunos lo son."
Buenos o malos, la mayoría de los migrantes apenas tienen para vivir. Anastacio García, de 64 años, empuja un carrito de helados a través de la plaza central. A principios del mes, sin embargo, estaba viviendo en Albuquerque, Nuevo México, su hogar por 44 años y donde su esposa y dos hijos aún residen. "Trabajé en Mexicali," dice, "pero vine aquí porque ahí el calor es demasiado".
Ha estado apenas tres días en Mexicali: "Es un lindo pueblo, me gusta". A falta de papeles, García no puede volver a cruzar la frontera. Con los documentos necesarios, sin embargo, hacerlo es sumamente simple. A mediados de semana, a las 3:30 p.m., la línea para cruzar la frontera se extiende apenas tres automóviles.
Aun así, solo hay dos carriles en la garita de Tecate, sin lugar para las personas con tarjeta SENTRI, sin divisiones entre carriles para automóviles regulares y camiones de carga. Sumado a eso, ambos carriles permanecen cerrados desde las once de la noche a las seis de la mañana siguiente. "La línea puede tardar hasta cuatro horas", dice Joe Crooks, quien administra una maquiladora local. "Se ha puesto muy mal".
Si Tecate alguna vez fue el Shangri-La de la frontera, oculta del mundo exterior, Roberto Arjona insiste en que esos días se terminaron. Se enfurece al escuchar sobre el Muro de Trump o los carteles de narcotráfico de Sinaloa. "Cada vez que esas conversaciones tienen lugar, hay un efecto negativo en nuestro pueblo", dice Arjona, ejecutivo en jefe del Rancho La Puerta. "Cuando se hacen esos comentarios, el 98 por ciento del tiempo recibimos llamadas de nuestros clientes preguntando qué demonios pasa, que si es seguro volver."
Golpeado por la recesión, Rancho La Puerta se ha puesto nuevamente de pies. El negocio fue regular en 2013, bueno en 2014, mejor en 2015. Este año, el resort está lleno, recibiendo de 140 a 160 nuevos clientes semanalmente. "Este es el paraíso", dice Cortizo, escoltando a los invitados por el verde terreno y frescos edificios estilo Español Colonial. "Paraíso".
La mayoría de los mexicanos y por ende, los americanos no pueden pagarse una semana en esas paradisiacas condiciones, pero el Rancho emplea a docenas de residentes locales. Sus restaurantes y tiendas están llenas de productos originarios de Tecate, incluyendo bebidas, comida y bienes artesanales. A su vez, la fundación de Rancho La Puerta mantiene al Parque del Profesor, un parque público con un campo de soccer, salones de clases y rutas para hacer caminata.
La gente que vive aquí presume de atracciones nuevas (la cervecería artesanal La Finísima), viejas (los petroglifos de 7,500 años de antigüedad en las colinas aledañas al pueblo) y emergentes (el nuevo restaurante de moda, Lugar de Nos, de la incipiente chef Mariela Manzano). "Es gente como ella la que le da a Tecate una escena gastronómica tan buena" dice Arjona.
Hay muchas buenas razones para vivir en Tecate. La conveniencia no es una de ellas", dice Reveles. "Aquí, los semáforos y demás no siempre funcionan y las personas no conocen las reglas del camino. Si las conocen, no las obedecen. Eso sí, nunca escuchas un claxon. No hay conductores enojados. Todos viven en harmonía, no ves odio en este lugar."
Todo suena demasiado bueno para ser verdad, mágico.
Publicado originalmente en The San Diego Union Tribune
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Traducido por axel.alcala@sandiegored.com
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