Esta temporada uno de los elementos que no puede faltar es sin duda el árbol de navidad; ya sea decorado con cintas, esferas de colores, luces u otras ornamentaciones, el árbol contribuye a la imagen propia de la época.

Su origen proviene de los celtas de Europa central, quienes empleaban árboles para representar a varios dioses. Se dice que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al dios Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios; adornaron ese primer pino navideño con manzanas y velas.

Las manzanas (ahora transformadas en esferas de distintos materiales) representaban el pecado original.

La costumbre de adornar árboles para dar la bienvenida a la época navideña arraigó en Alemania y en los países escandinavos durante el siglo XVII y fue llevada por los soberanos de la casa Hannover hasta Gran Bretaña en el siglo XVIII.

La tradición cristiana indica que la forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera), representa a la Santísima Trinidad.

Hoy en día, se acostumbra colocar esferas en el árbol, que representan los dones de Dios a los hombres, junto con todo tipo de adornos que pueden ser desde dulces, hasta juguetes en miniatura.

Las luces que rodean el árbol representan la luz de Cristo y la estrella en la punta del pino representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, mientras nos recuerda a la estrella de Belén.

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