Todo parte de esa primera ocasión que una rola o una banda te vuela la cabeza. Después vienen las experiencias de compartir música con los amigos, y luego, irremediablemente terminas cayendo en la adicción por los conciertos.
Así es la premisa que viven los llamados “concert goers”, aquellos amantes de la música que no paran de ir a los conciertos e incluso llevan a cabo una planificación de ellos, porque saben bien que no hay mayor éxtasis y poder de adrenalina que ver a sus bandas favoritas tocar en vivo.
En Tijuana, esta simbiosis de los “concert goers” ha sido trazada por varios factores derivados de su condición fronteriza. La cercanía con San Diego facilitó a muchas generaciones la posibilidad de asistir a conciertos con bandas que no llegaban acá y el conocer música a través de las estaciones de radio alternativas que programaban todo lo que estaba lejos de ser popular.
De esta manera, en esta ciudad proliferaron grupos de amigos que rondan entre los 40 y 60 años a quienes se les hizo tradición el asistir a todo concierto posible marcado en la agenda, convirtiéndose en una forma de vida trazada en torno a la música.
Época dorada
Miguel Ángel Encinas, conocido como “Cacho”, es uno de estos amantes de los conciertos, quien nos platicó que su pasión comenzó a temprana edad, luego de haber presenciado un show de Depeche Mode en 1988, en el Force Arena, cuando tenía 13 años.
“Fue un punto de partida para mi encanto por los conciertos, con la música en vivo, fue impresionante esa experiencia y de ahí vino el empezar a explorar diferentes géneros de música y el querer conocer cada vez más bandas”.
“Cacho” asegura que el detonante para muchos de su generación fue la época que les tocó, en la que hubo una proliferación de bandas que hoy son consideradas clásicas como The Cure, Siouxsie and the Banshees, Metallica, entre otras, aunado a las facilidades que había para cruzar a San Diego.
“Nos tocó una época dorada en ese sentido, de poder tener esa interacción entre San Diego y Tijuana, porque estamos en un punto estratégico para que se prestara eso y en esa época pues mucho más, porque se facilitaban más los cruces en la frontera.”
Genaro Valladolid es otro de los que conforman este crew y, para él, el ser “una creatura de la frontera” fue lo que lo involucró con la música porque coincide en que la época de su juventud fue muy explosiva en varios sentidos y uno de ellos fue la influencia que marcaron estaciones de radio estadounidenses como la 91X de San Diego.
“Éramos más americanos que mexicanos por la tele y la música que se proyectaba en esa estación, más alternativa, de una cultura distinta, y para muchos de nuestra época era como un ritual ir a las tiendas de discos en San Diego, en la Tower Records”, compartió.
Zona estratégica y privilegiada
Para estos aficionados de los conciertos, el hecho de que Tijuana mantenga esta cercanía con San Diego e incluso con Los Ángeles, le sitúa en una zona estratégica y hasta privilegiada, no solo por la influencia marcada, sino también por la manera en la que ha adoptado a los diversos géneros musicales.
“Tijuana, por su condición fronteriza, es un lugar tan interesante que ha adoptado mucha música y hay un amor por la música muy fuerte”, compartió Claudio Suazo, también del grupo de amigos concierteros.
A esta premisa se sumó Enrique Von Borstel, quien ahora es presidente de Bull Dog Productions y director de Black Box Tijuana, quien compartió que “estamos en un corredor de entretenimiento muy importante y creo que eso nos ha dejado una oportunidad a todos los que disfrutamos de ir a un evento, de que si queremos ver a un artista siempre habrá la posibilidad de verlos aquí cerca”.
Esa adaptación, consideraron, llevó también a que Tijuana fuera epicentro de grandes eventos con espacios como el mítico Iguanas, donde se llegaron a presentar bandas como Nirvana, Jane’s Addiction, Pearl Jam, entre otros.
Cambios significativos y generacionales
Como todo en la vida, las cosas van cambiando y evolucionando, y la forma en la que a ellos les tocó vivir la experiencia de ir a un concierto, hoy en día no es la misma, pues en su tiempo se las tenían que ingeniar de muchas maneras para poder ver a una de sus bandas favoritas.
“Era organizarnos y ver a quién queríamos ver, comprar un boleto, guardarlo en la cartera y organizarnos para irnos, solíamos irnos de raite o buscábamos quién nos llevara. Era como un ritual en el que se involucraban muchas cosas y, por ejemplo, comprar la camisa de la banda era como un escudo de honor de que habías vivido ese evento que tanto habías esperado para asistir”, señaló Von Borstel.
“Cacho” resaltó que “ahora se facilita mucho por los medios y las redes sociales, pero antes era estar cazando los conciertos en las estaciones de radio y luego la compra de boletos era irse el sábado bien temprano a San Diego, era toda una odisea y más siendo joven porque había muchos factores en contra y había que buscar la manera”.
Esas circunstancias, agregó, les significó ser “una generación afortunada, porque nos tocó vivir esas experiencias y nos ha tocado también ser parte y testigos de cambios muy significativos con la llegada del Internet y las redes sociales”.
La nostalgia por el pasado
Todos los entrevistados coinciden en que gran parte de que la música que les tocó ver en su auge, principalmente la de los ochenta y posteriormente los noventa, esté teniendo hoy en día una especie de revival como sucedió con Depeche Mode, atiende justamente a la nostalgia, y un tanto a la consideración de las nuevas generaciones, lo cual han aprovechado las bandas y la propia industria.
“Los morros hoy entienden que es una música muy importante y la aprecian, nosotros en ese momento no entendíamos la magnitud de lo que estábamos viendo y escuchando. En ese momento no lo valoramos y ahora genera mucha nostalgia bonita el pensar que estuvimos presentes”, dijo Claudio Suazo.
Para Genaro Valladolid, todo ha sido cíclico y generacional, “porque a cierta edad te pega la nostalgia y la música comienza nuevamente a agarrar vuelo entre las nuevas generaciones, además que la pandemia revitalizó nuevamente las experiencias de los conciertos, todos empezaron a querer ir para no perdérselos”.
“Cacho” complementó que, con la pandemia, las bandas tuvieron que plantearse giras de conciertos más extensas para recuperar lo que perdieron y ello propició también “que la industria se volviera muy lucrativa y cara para el consumidor, ir a un concierto hoy en día de una banda famosa es un lujo”.
“La pandemia también cambió a la gente de manera que comenzaron a querer hacer todo lo que no habían hecho en sus vidas y por ende todas las bandas también, comenzaron a ofrecer conciertos y bandas que no habían salido de gira en 20 años tomaron en cuenta ello generando un auge muy atractivo”, apuntó.
Como promotor, Enrique Von Borstel sabe bien que esto también es parte del mercado, porque “hoy en día la nostalgia vende, definitivamente, y el resurgimiento de bandas con mucha carrera histórica musical es parte del matiz de la escena global”.
Con la música hasta el final
En la actualidad, este grupo de “concert goers” congrega a más de 150 personas que están relacionados mediante un grupo de WhatsApp, en el que suelen estarse compartiendo información de los eventos y de esa manera seguir siendo partícipes de esta afición que pretenden llevar toda su vida.
“Somos amantes de la música y yo quiero seguir sintiendo el feeling que te da la rebeldía, para ello ahora también vamos a los lugares más pequeños con bandas nuevas que transmiten esa rebeldía que nos agarró a nosotros y nos mantiene vigentes. Queremos seguir teniendo la experiencia que solo te da el concierto en vivo”, dijo finalmente Genaro Valladolid.
