REDACCIÓN.- Al finalizar el año, la mayoría de los seres humanos hacen un recuento de lo bueno y lo malo que le sucedió en los 365 días pasados, pero también reflexionan y le vienen a la mente los famosos propósitos a cumplir durante el siguiente ciclo.
Los más comunes de estas metas que suelen estar en la lista son: Bajar de peso, hablar otro idioma, ahorrar más, hacer ejercicio, viajar, comer sano, entre otros, pero cuántos realmente se cumplen.
Y es que en un inicio movidos por la ilusión y los sueños, la emoción es enorme por completar cada uno, "sí, yo puedo" es una de las frases que va perdiendo fuerza cuando se ven mermadas las metas por la crisis o situaciones que no nos dejan del todo cumplirlas.
¿Pero qué nos hace tener esta lista en mente?
Para Lorenia Torres, psicóloga, este tipo de comportamientos se suelen tener luego de un plazo de descanso y cero exigencias, en este caso las vacaciones de Navidad que se unen a un año nuevo.
"Tenemos esa sensación de no hacer nada, de estar tranquilos, relajados, no hay cumplimientos de deber como el laboral y excedemos un poco en el comportamiento habitual del día a día", explicó.
Esto que en un momento dado pareciera percibirse como un sentimiento de culpa, es algo normal, porque se deja la costumbre de lado y se quiere regresar a la normalidad en poco tiempo.
Por eso se debe ser claro en lo que se busca, se decreta y se tiene al alcance para cumplir, es decir, no "soñar" con metas inalcanzables y entonces buscar la justificación de "yo sí quería, pero no se pudo".
"Es por ello que no debemos idealizar los propósitos, sino ser claros y específicos en cada uno de ellos, de nada sirve comprometerse a algo que de antemano sabemos no podremos cumplir", indicó Torres.
Una de las recomendaciones que da la psicóloga es hacer de estos propósitos un estilo de vida, para que no se dejen de lado una vez cumplidos y entonces la vigencia siga permanente por todo el año y una vida.
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