Convertida en una fiesta que combina alegría con solemnidad, el Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico muy arraigada en una sociedad, paradójicamente, muy azotada por la violencia.
En EE. UU., al tiempo que se celebra Halloween, este otro día se celebra en varios estados. El motivo es simple: según el Centro Hispano Pew, basado en un censo de población en 2011, en el país vecino habría más de 31 millones de mexicanos, equivalentes al 65% de la población latina total.
El 2 de noviembre ha cobrado tanta importancia que el día ha sido declarado por la UNESCO festividad Patrimonio de la Humanidad.
Los orígenes de esta fiesta en el país azteca son anteriores a la llegada de los conquistadores españoles. Según consta en los archivos históricos, las etnias Mexica, Maya, Purépecha, Náhuatl y Totonaca ya la celebraban por todo lo alto.

VIVOS Y MUERTOS CONVIVEN.
David Martínez-Amador, Profesor de Antropología Clásica y Etnografías del Crimen Organizado en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala, comenta en entrevista con Efe que lo que se da es "un proceso de sincretismo que se repite". Y es que, en sus inicios, el cristianismo fue la fe de los pobres y de los esclavos, reunidos todos ellos alrededor de la figura de Jesús.
"Cuando el cristianismo se romaniza, adopta el culto a los muertos. Algo propio del mundo pagano-romano: vivos y muertos conviven y se mantienen unidos por medio de rituales particulares que pasan por honrar al difunto, darle de comer y de beber ", añade el experto.
De hecho, en la era prehispánica ya se conservaban los cráneos como trofeos para enseñarlos en aquellos rituales que simbolizaban la muerte y la resurrección. Entonces, la fiesta la presidía la diosa Mictecacíhuatl, la "Dama de la Muerte", que en la actualidad estaría representada por "La Catrina".