Tijuana.- El ambiente de por sí era tenso y triste. Una veintena de familiares de desaparecidos se reunió para enterrar cruces blancas y rezar el Sábado de Gloria sobre una reciente excavación donde agentes federales encontraron dientes y huesos humanos.
Cuando se disponían a hacerlo, una señora de pelo y camisa blanca comenzó a decir que había entre la tierra removida restos humanos. Empezó a meter sus manos en la tierra y extraía lo que parecían ser residuos de tejidos y terrones con sangre.
Aquello hizo que algunos de los asistentes entraran en estado de shock; que hijos de padres desaparecidos y madres de hijos desaparecidos lloraran y entre su dolor escapara un "no puede ser, esto no es verdad".
Sucedió el pasado sábado en una finca de la colonia Valle Bonito, situada en el distrito Presa Rural, donde el criminal confeso Santiago Meza, apodado "El Pozolero", dijo que pudieran estar 60 de unas 300 víctimas que "deshizo en ácido" antes de irse a la finca del ejido Ojo de Agua, según Fernando Ocegueda, quien tuvo acceso al expediente.
Oceguera es el secretario de la Asociación Ciudadana contra la Impunidad, un organismo civil que representa a las familias de 234 desaparecidos de un total de 487 que se tienen registrados desde 1997 a la fecha.
En ese lugar, durante la primera semana de abril, agentes de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (Siedo) encontraron dientes y huesos humanos.
Esos restos, anunciaron las autoridades, se investigarían en un laboratorio de la Ciudad de México para hallar el ADN e identificarlos, pero tardarían dos meses en dar a conocer los resultados.
Tal como lo habían hecho hace dos años en la finca del ejido Ojo de Agua, al este de la ciudad, el otro predio donde Meza "trabajó" y donde las autoridades hallaron diez cadáveres, los miembros de la Asociación consideraron un pequeño alivio espiritual ir a colocar cruces blancas y rezar un Padre Nuestro en la finca de Valle Bonito.
Pero al ver materia orgánica en la tierra donde colocarían las cruces se reavivó el dolor han cargado por años y la sensación de menosprecio con que han sido tratados por las autoridades.
"¿Por qué dejaron esto así? ¿Esa es la forma en que lleva el gobierno sus investigaciones? No puede ser, ya basta, ya basta de esto", gritaba Lourdes Dehesa, de 66 años, mientras enterraba sus manos en la tierra removida por agentes federales hace tres semanas y sacaba lo que parecían ser tejidos y terrones con sangre.
