La historia es fresca, cotidiana, dramática, divertida pero muy desoladora, es una montaña de emociones verosímiles con las que es fácil conectar. Chicuarotes me dejó conmovido por la profudidad y lo cotidiano de la historia entre jóvenes que tienen pocas oportunidades y su ignorancia y desesperación los llevan a tomar las peores decisiones.
Chicuarotes es la historia de Cagalera, interpretado por Benny Emmanuel, un joven que busca ganarse la vida en San Gregorio Atlapulco, una comunidad en la delegación de Xochimilco al sur de la Ciudad de México. Cagalera acompañado de Tonchi, interpretado por Gabriel Carbajal, intentan ganarse la vida como payasos en el transporte público y al fracasar optan por asaltar, robar y secuestrar pues su sueños es migrar de San Gregorio y encontrar un futuro. El secuestro se complica y la vida de Tonchi, Cagalera y su novia Sugueli, interpretada por Leidi Gutiérrez, cambiará para siempre.
Técnicamente, la fotografía es muy buena, las imágenes se notan frescas, nos hablan de un México contemporáneo, hay un lenguaje cinematográfico que ayuda a narrar la historia, a situarla geográficamente y a tomar perspectiva de algunos personajes.
El diseño de producción es excelente, las locaciones son atinadas, adecuadas y nos generan un ambiente de pobreza, de humildad, de desesperanza, de ignorancia y soledad. Con cada escena reconocemos que hay abandono en una comunidad dentro de la Ciudad de México.
El guion es redondo, está completo, se nota que hay más de 5 años de desarrollo, de trabajo, de supervisión, de análisis psicológico de cada personaje y por ende, los actores logran crear una cohesión y profundidad que nos permite identificar los motivos de cada uno de los personajes. Es muy atindado que Gael García Bernal y Diego Luna como productores llamaran a Daniel Giménez Cacho, Dolores Heredia y al actor Enoc Leaño para acompañar a los protagonistas que llevan pocos largometrajes.
El sentido del humor es fino, es el adecuado, el director Gael García nos lleva al humor sobre la tragedia y llega al punto de reirnos de la desgracia hasta que recordamos nuestra realidad y la de los personajes en un México cotidiano en el que la desigualdad nos orilla a la desesperación.
Chicuarotes es el ejemplo de que se pueden contar historias complejas con pocos personajes, de gran profundidad y complejidad con un guion abierto del que cada quien sacará sus propias conclusiones en un drama desolador.
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