El presidente Obrador ha dicho que es muy difícil que su gobierno gane la aprobación de ciudadanos que cuentan con estudios avanzados. Lo cual, sin embargo, parece que lo tiene sin cuidado, afirmando que las transformaciones se sostienen del pueblo.
También menciona que se olvida de que no es lo mismo educación que cultura. Sospecho, sin embargo, que Obrador confunde la expresión cultura con el ejercicio de arar tierra y cosechar frijoles. La confusión puede comprenderse, pero no es justificable para un presidente. Etimológicamente, Cultura proviene del latín Cultum, que significa cultivo, refiriéndose específicamente al cultivo de la tierra. Menciono que ha incurrido en un error, porque al diferenciar la cultura de la educación lo hace dentro de un contexto intelectual.
Efectivamente, una cosa no es lo mismo que la otra. Pero la ausencia de educación académica, no determina en absoluto, la presencia de cultura en el sujeto. En otras palabras, la educación y la cultura, a pesar de ser cosas distintas, no son como refiere el presidente, incompatibles. Sino por el contrario, se trata de conceptos complementarios.
De los muchos errores discursivos del presidente, acierta a medias en uno, probablemente sin querer. Menciona que las transformaciones se sostienen del pueblo. En este sentido, es cierto. Su gobierno se sostiene del pueblo, entendiendo el concepto de pueblo, tal y como lo entiende Obrador: como el sector de la población que no estudia, que no ha recibido educación y por lo tanto, que mantiene su carácter de pueblo.
El pueblo, según lo declarado por el presidente, si no es ignorante, no es pueblo, y AMLO declara todos los días que él gobierna para el pueblo. Por otro lado, todo aquel que haya recibido estudios superiores entra en la categoría de liberales, conservadores, traidores a la patria, hipócritas, además de ser expulsados del pueblo.
He dicho que acierta a medias, porque si lo que él quiso decir, es que el pueblo es el responsable de las transformaciones sociales, está totalmente equivocado, o diríamos que incurre en una actitud de pueblerinos, es decir de ignorantes. El presidente que se jacta de ser un humanista y un lector empedernido de la Historia Universal, ignora que los grandes movimientos de la historia han sido liderados por personajes más bien ilustrados, por no decir educados, que han devorado enciclopedias, que hablan más de un idioma, y que tienen la capacidad de ver más allá de la visión que puede tener el pueblo. Por eso se recuerdan a esos hombres a través de la historia (a pesar de que muchas veces se trate de déspotas ilustrado), y no recordamos al conglomerado de los pueblos, salvo como pueblos.
Excluyendo sus tradiciones, sus conocimientos milenarios, los pueblos han sido y me atrevo a decir que seguirán siendo -en caso de que sigan existiendo - un objeto de uso político.
Tristemente, los pueblos funcionan como un terreno explotable donde las ideas se llevan a cabo. Esto es posible, porque el pueblo, como bien refiere Obrador, no piensa, sino que por el contrario, confía; cree en los mitos, en símbolos, en la virgen, en el futbol, en la influencia de los eclipses, en la opinión de los influencers, en MORENA, pero nunca piensa. El ejemplo más próximo de un gran movimiento es el de nuestra Independencia, liderada por el padre de la patria, don Miguel Hidalgo, quien utilizó a su favor al pueblo para poder sobresalir dentro de la iglesia. Los mestizos e indios que participaron y que conformaban al pueblo, seguían las aspiraciones de un hombre, pero bien hubieran podido vivir doscientos años más de la misma forma.
Recientemente el presidente declaró que él mismo salió del pueblo. Que camina junto al pueblo y además, que nadie conoce mejor al pueblo que él. Obrador habrá salido del pueblo pero nunca ha sido parte de él, desde que comenzó su carrera política [en el PRI]. No vive como el pueblo, no recibe atención médica como la recibe el pueblo, no se ejerce la justicia en él como se ejerce con el pueblo. Su relación no es menos intima pero sí de corte más cínico. Desde que comenzó su carrera política, ha vivido de alterar las emociones de la gente más pobre y más necesitada, comiendo y bebiendo de sus mesas. Gozando precisamente de esa falta de educación o de estudios superiores que carece el pueblo.
En fin, que nadie se sorprenda por las declaraciones del presidente; a fin de cuentas, Obrador no es más que un reflejo del pueblo que gobierna.
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