Como suele suceder en la mayoría de los conflictos armados, o la latente amenaza de ellos y las tensiones que esto desata, el buscar entender la invasión de Rusia a Ucrania y dirimir la complejidad detrás de semejante acción requiere el conocimiento de no solo el contexto actual sino del contexto histórico y cultural de Rusia y de la región implicada, de por lo menos 200 años atrás. De ninguna manera pretendo ser un experto en el tema, y tengo claro que si bien cuento con nociones básicas para hacer un planteamiento general del conflicto, no conozco a detalle muchos fenómenos y por supuesto debo desconocer por completo otros.
No existe una formula breve y concisa para explicar esta terrible situación que acontece en Europa del este, mas aún porque como ciudadanos de a pie del mundo hay muchísima información con la que no contamos, y difícilmente contaremos. También es un hecho que un conflicto de estas características suele ser acompañado de opiniones y posturas de toda clase y que pueden llegar a ser diametralmente opuestas entre si dependiendo de la visión geopolítica, ideológica e inclusive de valores y creencias de quien ofrece la opinión.
En lo personal tengo, desde joven, un interés y en algunos aspectos simpatía especial por Rusia. Entre otras cosas por su historia, particularmente la de la gran época de los zares y de la extinta Unión Soviética. Su tradición de cristianismo ortodoxo y de la correspondiente versión de arte bizantino, al igual que del papel protagónico de artistas modernistas como Vassily Kandinsky y los suprematistas y constructivistas rusos, aunado a un gusto particular por la literatura rusa.
Habiendo dicho lo anterior y aun si se parte del supuesto de conceder algunos argumentos en favor de Putin y Rusia, inclusive, si se dieran por validas teorías de conspiración, las cuales no son en realidad válidas, que podrían buscar ofrecer simpatía hacia las acciones de Putin en la últimas semanas, es indudable que la Federación Rusa, encarnada en Vladimir Putin, un ex agente de medio rango de la KGB durante la época de la Unión Soviética, ha iniciado una invasión militar ilegal, injustificada y cruel de Ucrania, un país soberano e independiente del este de Europa. Un conflicto que está y seguirá ocasionando caos, sufrimiento y muerte, con el potencial de escalar a proporciones preocupantes. Paradójicamente no existe un escenario en el que el flagrante agresor salga bien librado, Rusia pagará un costo que no ha terminado de asimilar.
La devastación económica que enfrento Rusia durante la década de los noventas tras la caída de la Unión Soviética fue heredada por Putin y no ha podido realmente solucionar de fondo el problema. La economía rusa sigue siendo disfuncional y en algunos aspectos débil, por lo que se ha requerido de una enorme habilidad por parte de Putin para lograr en las primeras dos décadas de este siglo algunos objetivos sin tener que tomar medidas tan extremas como una invasión militar a la escala que lo ha hecho en Ucrania en esta ocasión. Esto lleva a pensar que si no había llevado a cabo antes una acción de este tipo, aunque hay antecedentes a menor escala como el caso de Chechenia y Crimea, no era necesariamente porque no tuviera estas ambiciones o porque actualmente haya necesariamente enloquecido, sino porque en su cálculo sabía que no tenía las capacidades de hacerlo antes y en esta ocasión considero que si.
La historia nos indica que cuando un personaje como Putin ha decidido llevar a cabo una campaña militar como la que estamos siendo testigos, es porque ya dio un giro psicológico a un plano distinto al de la gran mayoría de las personas. Está preparado para asumir el costo económico y de vidas humanas, tanto de las de los que considera enemigos como de las de su propio ejército y pueblo. La derrota militar o retirada es intolerable, admitir alguna derrota no es negociable, a menos que encuentre una salida que no se interprete como un signo de debilidad, pero es muy temprano para que eso suceda. El ex-ministro de relaciones exteriores de Rusia, Andrei Kozyrev, ha declarado en diversas ocasiones en los últimos días que en su opinión Putin esta completamente desligado de la realidad, incluyendo la realidad en Rusia. Lo ha llegado a catalogar como demente.
Una vez más, como sobran ejemplos en la historia, un líder fuerte y carismático ha logrado perpetrarse en el poder aprovechando los fantasmas, frustraciones, carencias e ignorancia (en algún o muchos planos) de una nación o un sector de ella. Una vez más ese líder ha perdido contacto con la realidad. No solo ha agredido a un país vecino, sino ha puesto a su propio país y su gente en una posición que les provocará un daño profundo, y ante el conflicto que sigue alimentando puede potencialmente poner de cabeza al mundo.
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