Cada día tenemos múltiples actividades que debemos de realizar de acuerdo a lo que hemos decidido en la vida, y estás actividades deben de ser planeadas y tratar de ser desarrolladas y encaminadas a nuestro propio bien y al bien común.
Actividades cotidianas que muchas veces pasan desapercibidas incluso para nosotros mismos. Actividades que en realidad son obligaciones o responsabilidades que son propias de la edad, situación civil e incluso sexo.
Actividades que en realidad todo el mundo realiza, y que no se hacen para ser reconocidas ni mucho menos buscando un beneficio propio. Pero, ¿Qué sucede con aquellas personas que haciendo lo mismo que cualquier otro, si son realizados por ellos lo presentan ante los ojos de los demás como algo extraordinario?
Este tipo de personas, lejos de reconocer lo hecho por los demás, solo les parece importante y digno de reconocimiento general, cuando son ellos quienes lo lleva a cabo.
Me imagino que todos conocemos a alguien así.
Desde que somos pequeños siempre estamos en busca de algún tipo de reconocimiento por todo aquello que hacemos, como por ejemplo: Cuando el niño aprende a tender su cama y la mamá dice que su hijo es el mejor y merece un premio.
Al niño se le ha enseñado a hacer algo, y se le reconoce su avance, pero no vamos a hacer eso todos los días. El niño debe de aprender a obedecer y a tender su cama y es algo que en el futuro tendrá que hacer más veces de lo que le pudiera llegar a gustar.
Seguramente en el futuro no habrá alguien que en substitución de la figura materna lo llene de elogios cada vez que tienda la cama. Las obligaciones llevan implícito, que al llevarlas a cabo cabalmente, queda la gran satisfacción del deber cumplido
Esto no quiere decir categóricamente que los elogios son algo negativo. No se mal interprete en cuanto a que nadie debe de recibir algún tipo de reconocimiento por lo bien realizado. El reconocimiento, se otorga precisamente para los actos positivos considerados fuera de lo normal.
De hecho, es difícil el lograr ser ordinario y cumplir a cabalidad lo que son nuestras obligaciones, metas y compromisos. Reitero, lo cotidiano es una responsabilidad.
Lo extraordinario, su nombre lo dice, y debe ser positivo y encaminado al bien común. Es brindarse a los demás. Es trascender de manera positiva sin buscar las luminarias o las opiniones que alimenten el ego. Es marcar el camino para que los demás puedan transitar en libertad hacia una mejor realidad. Es descubrir para los demás.
Es el bien para el bien.
Apartémonos del síndrome de la gallina, que se dedica a "cacaraquear" todo lo que se hace. Evitemos ser como aquellos que cada vez que hacen un acto de caridad llaman a todos los medios de comunicación para que les tomen fotografías y salgan en todas las revistas.
Esto es utilizar al dolor y carencias de los que menos tienen, en un afán comercial y ególatra, encaminado a engrandecerse ante los demás, fingiendo ser una persona caritativa.
Quien en verdad practica la caridad, practica la discreción.
Muchas veces lo que mas se calla es lo que más se sabe. No hay que perder el tiempo en buscar el reconocimiento de los demás. Así se podrá alcanzar mucho mas. Las buenas obras y las obligaciones cumplidas generan bienestar y riqueza, tanto material como del espíritu.
Practiquemos el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Exijámonos a nosotros mismos para dar ejemplo, de manera discreta, pero constante. De esta manera en nuestra vida podremos ir colocando día a día, los sólidos tabiques de lo ordinario, pudiendo así aspirar a un legado extraordinario.
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