¿En qué momento se nos perdió la conciencia?

¿Qué es tener la conciencia tranquila?

Empecemos por saber que la conciencia es el juicio que se hace sobre lo bueno o lo malo de un acto. Es el conocimiento interior del bien y del mal. Es claro y se oye muy bien. Parece que es muy fácil de entender y de hacer.

Los seres humanos generalmente actuamos como creemos que está bien, pero ¿verdaderamente mis acciones van de acuerdo con lo que pienso?; ¿soy congruente?

Si nosotros hacemos un juicio sobre esto, sabiendo que es ético y va en línea con nuestras creencias y manera de pensar y actuar, sin hacer mal a nadie al hacerlo, podremos afirmar que nuestra conciencia estará tranquila.

¿Tranquila?... ¿Qué es tener la conciencia tranquila?

Es vivir en armonía, sin tener esa sensación de agobio que va con nosotros a todas partes. Es no tener esos pensamientos que me provocan "falta de oxígeno" porque recuerdo que lo que dije y/o lo que hice estuvo mal. Me persigue y no me puedo esconder.

¿Podemos pasar por la vida fingiendo que no nos importan los demás?;¿puedo irme a la cama y dormir plácidamente a sabiendas que robé?; ¿puedo aparentar estar en calma sabiendo qué por autorizar esa ley voy a provocar muertes?; ¿puedo descansar a sabiendas de qué al otorgar un permiso en determinada zona, se verá afectada negativamente toda la población?... Y así, pueden existir una infinidad de casos, en que parecería que la conciencia no existe, donde ésta se permuta por una excusa o se pretende ignorar las consecuencias de ignorarla.

Lo cotidiano conlleva muchos asuntos por resolver. Hay que tomar decisiones en la casa, el trabajo, con los hijos, etc.

Sin embargo, la prisa aunada al cansancio y a la cantidad de decisiones que resolver, parecen presionarnos para aceptar la comodidad aparente de vivir con una conciencia mas laxa y relajada.

Debemos considerar que si bien es correcto pensar en nuestro bienestar, de igual manera, hay que pensar y actuar por el bien de los demás. Esto hay que difundirlo, transmitirlo a nuestros hijos. La conciencia tranquila va de la mano del bien. El bien no se limita a mi persona. La conciencia tampoco.

"No importa mi hijito", -dice una mamá- "si a ti te robaron tu suéter en el colegio, ve a donde estén los suéteres perdidos y toma el que te quede.

Pero escoge uno bueno, que no este roto y se vea limpio. Eso no es robar, solo estas reponiendo lo que a ti te quitaron".

Esta lección provocará que ese niño vaya por la vida actuando mal, pero con la conciencia tranquila. "El que no transa, no avanza". El mensaje equivocado tendrá como consecuencia una distorsión del bien. El individuo actuará pensando que sus actos serán buenos, si satisfacen una necesidad, justificando así, los medios que lo lleven a alcanzar ese fin deseado. El fin estará erróneamente justificando los medios.

Cuando pequeña, me enseñaron que todas las noches, antes de dormir, debía hacer mi examen de conciencia. Es un hábito que debemos transmitir a nuestros hijos, desde temprana edad. El adoptar este ejercicio, nos permite reflexionar, hacer una evaluación personal, útil durante y para toda la vida.

Es tener en cuenta las repercusiones de nuestros actos. Nos conduce a evaluar los errores cometidos, para tratar de enmendarlos. La conciencia nos premia o nos castiga sin testigos. Puede ser el juez más severo o el animador mas fiel.

Ahora con los sorprendentes medios de comunicación que tenemos, gastamos nuestro tiempo en comunicarnos a distancia, enterarnos de lo que sucede en el mundo y de distraernos. Sin embargo, es mucho mas trascendente y positivo, el tener estos momentos de análisis personal.

Nos vamos a la cama con la tv encendida, al fin se apaga sola. Ponemos música y revisamos desesperadamente nuestros correos casi antes de decir buenos días. Las noticias en el radio o la tv mientras nos bañamos, escudriñamos el periódico mientras tomamos café o el primer alimento.

Nos sobrecargamos de información y de mensajes orquestados por quien sabe quien. Nos olvidamos de nosotros mismos.

Vivimos esta dinámica infructuosa durante el día, hasta llegar de nuevo a la noche y caer rendidos, agobiados, cansados, con dificultad para conciliar el sueño, afectados por el estrés acumulado. Tal vez tratando de resolver ciertas cuestiones y ser mas productivos, pero no mas reflexivos.

Volvámonos hacia la reflexión personal, al maravilloso examen de conciencia, a ponernos en línea con lo positivo, lo sano, detectando también lo que debemos evitar, apartándonos de lo superfluo, egoísta e inconsciente. Incluyamos en nuestra vida la conciencia social y la propia, pues van aunadas en el bienestar.

"Mi conciencia tiene para mí más peso, que la opinión de todo el mundo" Marco Tulio Cicerón

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