Hay muchas formas de perder y la de Julio César Chávez iba a ser una de las peores hasta que con el corazón en las manos, salió a noquear o ser noqueado en el último round y de no ser por el campanazo final, hubiera salido bañado de gloria del Thomas & Mack Center en Las Vegas. Sergio Martínez, con mucho trabajo y merecimiento, recuperó el cetro que había perdido en la mesa.
Fueron 11 rounds controlados por el argentino que mantuvo ocupado en todo momento al Peleador mexicano; sin embargo, no pudo nunca sofocar el ardor en el corazón del Junior y cerca estuvo de caer en un histórico duodécimo asalto que dejó a la gente con una idea totalmente diferente.
A la mente vino aquella batalla en que Julio César, padre del hasta ayer Campeón Medio, noqueaba de ultimo minuto a Meldrick Taylor, pero no alcanzó, al Junior le faltaron segundos y al argentino de 37 años le respondió el cuerpo para terminar de pie el duelo y adueñares del cinturón verde y oro.
Chávez Carrasco hizo lo que pudo, soportó el castigo y al final estuvo a nada de lograr la hazaña. Perdió el cinturón y ganó un poco de credibilidad, esa que muy pocos le daban hasta antes del pleito.
Maravilla comprobó ser un peleador de respeto, cuyo estilo mantuvo casi siempre a la defensa al
Campeón y que aguanta cañonazos. También demostró que esa Maravilla es de carne y hueso, que se cae, se levanta, tiene orgullo y reconoce la capacidad del enemigo.
Fue una noche grandiosa de boxeo en Las Vegas, y no lo decimos por toda la pelea, sino por n round que mantuvo a toda una nación de pie, esperanzada en ver en Chávez al nuevo ídolo del boxeo mexicano.
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